Cuando Francisco Camps afrontó en febrero de 2009 el relevo del fallecido José Marín Guerrero como delegado del Consell en Alicante, el presidente de la Generalitat optó por imprimir un giro total y absoluto a un puesto en el que, hasta ese momento, había primado el perfil institucional. Eligió a José Císcar Bolufer (Moraira, 1961), acomodado entonces como alcalde de Teulada y diputado en las Cortes. Necesitaba alguien que trabajara desde la Casa de las Brujas como contrapeso de Joaquín Ripoll, titular de la Diputación y líder provincial del PP, el único dirigente territorial que se resistía a ceder al poder de Camps.

Císcar no se lo pensó. El ahora vicesecretario regional del PP abandonó la Alcaldía y el escaño. Sabía que podía ser un paso atrás. Pero también era consciente de que era una oportunidad para tomar impulso. Como así ha sido. Pocos meses después, en febrero de 2009, los efectos de la operación Gürtel y la caída en desgracia de Ricardo Costa le colocaron como número tres de la cúpula regional del PP. Desde entonces, de forma discreta pero implacable, ha ido minando los apoyos de Ripoll, especialmente, entre los alcaldes de los pequeños municipios, con los que Císcar, con imagen de hombre afable y de tono conciliador, se mueve como pez en el agua.

Después de destaparse en el verano de 2010 la implicación de Ripoll en Brugal, José Císcar sabía que la caída del dirigente provincial del PP era cuestión de tiempo. No pudo ser en el asalto de las listas municipales. Sonia Castedo optó por dar la batalla para excluir al presidente de la Diputación de la candidatura de Alicante. Císcar, sin embargo, estaba seguro de que el momento de propiciar el relevo de Ripoll en el Palacio Provincial y, por extensión, dar el golpe de mano en el PP de Alicante llegaría con la batalla de los diputados provinciales. Acertó de pleno. Ya había apuntalado una clara mayoría campista en l'Alacantí. Los resultados en Alicante, que dejaron sin valor el voto municipal de Ripoll; la crisis de Benidorm con la marcha de Gema Amor; y la caída de Orihuela, Alcoy y Villena hicieron el resto.

Cuando el pasado sábado, Francisco Camps autorizó la maniobra para relevar a Ripoll, el papel de José Císcar, hábil negociador de cara amable pero muy efectiva, se convirtió en imprescindible. Se arremangó y empezó a contactar con alcaldes para recoger los avales suficientes en las comarcas. Era la vía para reducir el ripollismo a escombros. Ha sido, de hecho, uno de los principales ejecutores, desde la dirección regional del PP, del plan para relevar a Ripoll. Lo que no consiguió Ricardo Costa en el congreso de Orihuela, sí lo ha logrado ahora Císcar. Y eso le abre las puertas, así figura en todas las quinielas, para convertirse en la cara visible del nuevo Consell de Camps en Alicante. Aspiraba a la Diputación pero ahora apunta directamente a la Generalitat.

Sería el último episodio, hasta ahora, de una carrera fulgurante que, sin embargo, no tiene su origen en el PP. Fue el propio Ripoll, cosas del destino, el que le fichó en 2003 para liderar la lista popular en Teulada. En 1999, se alzó con el gobierno municipal con un grupo independiente que promovía la segregación de Teulada y Moraira, promesa que "olvidó" cuando llegó a la alcaldía. Ripoll necesitaba su gancho electoral para hacerse con un escaño en la Marina Alta -en su día del Bloc- y asegurarse así la mayoría absoluta en la Diputación. Los votos de Teulada fueron claves para que Ripoll iniciara con comodidad su primer mandato. Buen estratega y capacitado para moverse entre bambalinas, su fidelidad a Camps ha sido inquebrantable desde que estallaron las hostilidades en el PP. No en vano, la primera vez que Camps "contó" a sus partidarios en Alicante fue durante una comida en Teulada, en el verano de 2004. Y con Císcar de anfitrión. Desde entonces, su figura sólo ha crecido.