La Diputación se ha convertido en objeto de deseo de dirigentes del PP y del PSPV. Es la madre de todas las batallas. La caza del escaño. Aunque con motivos diferentes. En las filas populares, las maniobras de los campistas para, aunque Joaquín Ripoll pueda repetir como presidente de la Diputación, copar el grupo de diputados van a chocar, casi seguro, con las aspiraciones de cargos comarcales del PP que rechazan la tutela que los campistas quieren ejercer sobre la institución. Y están dispuestos a alargar la guerra hasta el final. Es decir, a llevar a los concejales a las urnas para que tengan la libertad de elegir.

Los afines a Camps están tratando de minar a un Joaquín Ripoll cada vez más débil y silenciado por Génova como condición para renovar su mandato. Entre los campistas ya se están produciendo movimientos para controlar la institución. Joaquín Albadalejo, de Torrevieja y concejales de Almoradí se postulan en la Vega Baja para la elección; en la Marina Baixa están sobre la mesa, para dos plazas, opciones como Manuel Pérez Fenoll, Bernabé Cano o Batiste Saval, alcaldes de La Nucía y Callosa d'en Sarrià; en la Marina Alta, los campistas juegan con nombres como Juan Bautista Roselló, de Benissa, o Ana Kringe, de Dénia; en el Medio Vinalopó, han surgido las opciones de Adela Pedrosa o Milagrosa Martínez; en Elche parece evidente que Mercedes Alonso se sentará en el hemiciclo provincial; y en Alicante, el propio Joaquín Ripoll está en minoría y, de no recibir apoyo de Génova -su ángel de la guarda es Ana Mato-, tiene muy complicada su designación. Por ese partido judicial puede repetir Luisa Pastor, alcaldesa de Sant Vicent del Raspeig y aspirantes a sentarse en el escaño de la Presidencia.

Así las cosas, entre un buen número de dirigentes locales del PP, hasta ahora afines a Ripoll y dispuestos a mantener una estructura territorial frente a Valencia, se ha extendido la opinión de que la Diputación no puede convertirse en la artillería del campismo para apuntillar a Ripoll y apuestan por plantar cara. Quieren un pacto global y, al menos, un representante por comarca. Y tienen, además, un discurso político: vincular la gestión de la Diputación a la atención de los pequeños municipios.

Mientras los populares nadan en la abundancia -tienen dos diputados más que hace cuatro años-, los socialistas, sin embargo, están repartiéndose las migajas de una derrota estrepitosa. Y los damnificados tratan de refugiarse en la Diputación a la espera de tiempos mejores. Con la presencia de Alejandro Soler como portavoz en la institución ya decidida -le acompañará por ese partido judicial Marylene Albentosa, derrotada en Guardamar-, uno de los grandes epicentros de batalla se concentra en l'Alacantí. Los municipios de la comarca tenían pactado un turno rotatorio para distribuir su representación. De esta manera, en estos comicios, las localidades que debían aportar un diputado provincial eran Sant Joan d'Alacant y Mutxamel.

Tras la derrota electoral, los nombres que han surgido son los de Edmundo Seva y Asunción Llorens, hasta ahora alcaldes de esas localidades. El otro puesto quedaría, en principio, para la capital con todas las papeletas para la elección de Carmen Sánchez Brufal. Alicante, sin embargo, es la capital de provincia de España donde más han caído los socialistas. Y eso ha alimentado las dudas entre el resto de localidades de l'Alacantí. Y, especialmente, en Xixona, el último reducto pintado en rojo de la comarca. Ferran Verdú, reelegido por una mayoría aplastante y que ocupará escaño en las Cortes, reclama también el otro diputado que le corresponde a los socialistas de l'Alacantí para María Teresa Carbonell, actual portavoz en la Diputación.

Esos movimientos, unidos al catastrófico resultado de Elena Martín, han provocado que se extienda entre dirigentes del PSPV en l'Alacantí la tentación de otras ocasiones: copar las plazas de diputados y dejar a Alicante sin representación en el Palacio Provincial. Entre que la capital no está para exigir demasiado tras la derrota en las urnas y que los pueblos son mayoría, todo apunta a que, llegado el momento, unos y otros se contarán antes de tener que decidir. Como casi siempre.

Una disputa que se veía venir

La disputa por el control de la Diputación estaba en la agenda de los dirigentes políticos del PP y del PSPV desde hace meses. Era una evidencia que la batalla se iba a reproducir. Por diferentes motivos. En el primer caso porque, obviamente, la continuidad de Joaquín Ripoll es un pulso todavía sin resolver que incluye, además, la incógnita sobre la presencia de sus afines en el Palacio Provincial.

Ripoll hace semanas que calla sobre el tema y evita, casi por completo, salir en defensa de sus fieles, algo que ha generado un cierto malestar. Así que la elección de diputados provinciales es la vía perfecta para que vuelvan a saltar chispas entre unos y otros. Entre el campismo y el movimiento que, obviamente, podría empezar a surgir desde las filas del ripollismo. Los socialistas, por contra, tienen otro problema. Las continuas derrotas en las urnas -llevan veinte de forma ininterrumpida durante las dos últimas décadas- han dejado al PSPV con una cuota cada vez más reducida de espacio institucional.

Y ahora, por tanto, la Diputación puede convertirse en el cuartel de invierno de algunos de los derrotados en los comicios del pasado domingo. Pronto se sabrá. La elección de diputados provinciales, salvo que haya algún tipo de recurso, se celebrará entre el 13 y el 18 de junio -antes de Hogueras- con lo que, a partir de esa fecha, se abre un plazo de presentación de las credenciales antes de que el actual presidente -aún pendiente de su futuro- convoque el pleno de elección del nuevo mandatario provincial.