Joaquín Ripoll podría tener garantizado su futuro al frente de la Diputación... si accede a entregar la mayoría del grupo popular al sector campista. La cúpula del PP de la Comunidad estaría dispuesta a conceder un mandato más al presidente provincial del partido, siempre y cuando éste acceda a la proposición de Valencia. No le queda otra. O negocia, o su futuro como cabeza de la institución estaría más que en entredicho. Porque el resultado del 22-M ha sido claro, muy claro. Las urnas han dado el control de la Diputación a los campistas y han sacado a la luz la pérdida de peso de los ripollistas. Véase por ejemplo lo acaecido en Alcoy, Villena u Orihuela.

Ahora, la oferta del sector campista es clara. Ripoll repetiría como presidente de la institución, pero debería introducir en la bancada popular a al menos 12 diputados afines al jefe del Consell. Él, por tanto, se quedaría con ocho, y en minoría. Desde la dirección regional consideran buena la propuesta y creen que Ripoll terminará aceptándola. Porque presumiblemente será su único salvoconducto para mantenerse en el cargo. Aunque eso sí, el guión podría virar si Génova decidiese entrar en juego. Una declaración pública de la dirección nacional confirmando a Ripoll como el candidato del partido zanjaría cualquier atisbo de duda, aunque previsiblemente Valencia también coparía una importante cuota de poder.

Pero a día de hoy, la única alternativa palpable es la primera. Desde el sector campista se entiende que su propuesta es sensata e integradora debido a la pérdida de músculo que ha cosechado Ripoll en estas elecciones. Ya no podrá ser un quebradero de cabeza para la alcaldesa, Sonia Castedo, y ni él ni Juan Zaragoza -ambos no son del agrado de la primera edil- tendrán la posibilidad de amenazar con boicotear sus propuestas. Los 18 concejales que ha conseguido -dos más de los necesarios para evitar sobresaltos- así lo corroboran.

Varapalo en los feudos

A la victoria aplastante de la lista popular en Alicante se une además los varapalos que ha sufrido el partido en los feudos ripollistas. En algunos como Alcoy, Villena o Aspe, las posibilidades de que el PP gobierne son prácticamente nulas. En el primero, un pacto entre PSOE, Bloc y EU apartaría a Jorge Sedano de la Alcaldía; en el municipio del Vinalopó todo apunta a que habrá un alcalde verde y que Celia Lledó deberá decir adiós a la vara de mando; mientras que en Aspe -refugio de la vicepresidenta Mari Carmen Jiménez-, Nieves Martínez lo tiene prácticamente imposible.

En Orihuela y Altea, por el contrario, los resultados han sido mejores, pero no han servido para reeditar la mayoría absoluta en los dos primeros, y para lograrla ahora en el tercero. Mónica Lorente y Miguel Ortiz, respectivamente, deberán pactar para dirigir el Ayuntamiento sin que la oposición tenga capacidad de tumbarles sus propuestas.

Sea como fuere, el gran beneficiado de los comicios de este pasado domingo ha sido el PP. Y más concretamente, el sector campista. Ha conseguido arañar en las Cortes un escaño más (55) que hace cuatro años pese a perder votos, ha sumado 74 mayorías absolutas y 28 relativas, ha logrado 864 ediles y ha cosechado un resultado histórico en la Diputación Provincial de Alicante. Nunca antes los populares habían alcanzado los 20 diputados. Y nunca antes los socialistas habían caído hasta cifras tan bajas. Se han quedado con 11 escaños, dos menos que en 2007, merced a sus sonadas derrotas en los partidos judiciales de Alicante y Elche.

El primero sólo aportará tres diputados al PSOE, uno menos que en los anteriores comicios. La abultadas derrotas en Sant Joan y Mutxamel, donde los socialistas gobernaban desde hacía 14 y 12 años, respectivamente, justifican la caída. Esta pérdida del escaño se explica también por la debacle de Elena Martín en Alicante. La número tres del PSPV se quedó con solo 36.255 votos y la pírrica cifra de ocho concejales.

El otro partido judicial que aportará un escaño menos que hace cuatro años es el de Elche. Las causas son varias. La primera, la victoria histórica que ha cosechado el PP en la ciudad ilicitana de la mano de Mercedes Alonso. La segunda, la pujanza de César Augusto Asencio en Crevillent, unida a un desplome considerable del puño y la rosa. Y la tercera, la mayoría absoluta conseguida en Guardamar del Segura, hasta ahora gobernada por la socialista Maryléne Albentosa.