La imprudencia del conductor de una furgoneta que se saltó un stop dejó a Rafael Payá en una silla de ruedas con una lesión medular. Este joven de 36 años se ha convertido en un ejemplo de lo que le puede pasar a muchas personas que conducen de manera temeraria o bajo los efectos del alcohol.

Cada semana se sienta frente a un grupo de unos 25 conductores condenados por delitos de tráfico y les cuenta su experiencia "y cómo un despiste puede provocar una reacción en cadena de fatales consecuencias". Estas charlas de sensibilización forman parte, a través del programa de Trabajos en Beneficio de la Comunidad, de la condena que tienen que cumplir aquellas personas que han cometido un delito de tráfico. La Confederación Coordinadora Estatal de Minusválidos Físicos de España (Cocemfe) y la Asociación de Lesionados Medulares (Aesleme) son las encargadas de impartir estas charlas en Alicante que se completan con trabajos prácticos.

Daniel es uno de los infractores que asisten a estos talleres. Reconoce que escuchar a Rafael "me ha cambiado el chip y me ha hecho darme cuenta de que era un peligro al volante, no sólo para mí sino para el resto de conductores".

El objetivo de este tipo de talleres "es la reinserción a través de penas no privativas. No sirve de nada encerrar a una persona sino existe una reeducación para que no repita su actitud", señala Manuel Sánchez, subdirector del Centro de Inserción Social de Fontcalent.