Los socialistas, necesitados casi a la desesperada de movilizar a su electorado en la recta final de la campaña, van a retomar en la última semana su discurso "estrella" de la última legislatura: la corrupción. La dirección del PSPV va a redoblar, a partir de la visita de Zapatero y superado ya el ecuador de la contienda, los ataques a los populares con el objetivo de que su bolsa de electores tome conciencia de que una abstención masiva en los comicios del próximo 22-M puede ampliar la victoria del PP y, en último extremo, convertirse en un "premio a la corrupción". Gürtel y Brugal volverán a ser el argumento fundamental de los socialistas para los días previos a los comicios del 22-M. Es un intento evidente de desestabilizar la campaña de tono bajo y debate plano de Francisco Camps, que no piensa modificar ni un ápice su hoja de ruta con la única excepción del gran mitin del martes junto a Mariano Rajoy y de los actos de cierre.

El marcador, a una semana de la jornada de reflexión, continúa prácticamente inalterable. El PP mantiene una cómoda ventaja mientras que los socialistas valencianos son incapaces de agitar una campaña que, por momentos, parece hasta perder un cierto vigor. Están obligados en el PSPV, por tanto, a intentar, al menos, salvar la cara. Y, para ello, tienen que sacar a sus votantes de la abstención. Puede que en la urna local, la opción socialista tenga algo más de recorrido por el empuje de algunos alcaldes del PSPV; pero la campaña autonómica no ha conseguido contrarrestar el letargo impuesto por el PP, con una estrategia que, de momento, maneja a su antojo.

Así que a los socialistas, con Jorge Alarte y Ángel Luna a la cabeza, no les queda otra que recurrir a la corrupción, el tema que ha monopolizado la agenda política de la Comunidad desde que en febrero de 2009 estalló la operación Gürtel con, al margen de la detención de Correa y El Bigotes, el registro de las oficinas de la conselleria de Turismo y la posterior imputación de Camps. Creen en el PSPV que, de esta manera, podrán movilizar a votantes decididos, a día de hoy, a quedarse en casa para tratar de situarse en un resultado similar al de 2007. Pese al intento de los socialistas de revolucionar la campaña -el primer acto de esa maniobra será hoy la visita de Zapatero-, lo cierto, sin embargo, es que el PP no va a modificar su estrategia electoral ni un ápice. Mantendrá una agenda rutinaria con pocos mítines, actos urbanos, una propaganda mínima y apenas un par de sobresaltos: la demostración de fuerza que Francisco Camps quiere ofrecer a Mariano Rajoy en Valencia; y el cierre de la campaña electoral. Al PP no le interesa otro guión. Y no lo cambiará.

Poco movimiento y mantener el discurso que sitúa a Zapatero como epicentro de todos los males de la Comunidad como grandes elementos de la campaña electoral. Ayer, sin ir más lejos, el Consell mantuvo su reunión plenaria semanal y aprovechó para admitir que 20.000 dependientes están a la espera de recibir la correspondiente ayuda económica. Sin embargo, la consellera de Bienestar Social, Angélica Such, culpó directamente al Gobierno del retraso en la concesión de los fondos en un discurso ya habitual contra el Gobierno de Zapatero. Con una campaña instalada en el perfil bajo, el PP siempre gana: logra mantener así a su parroquia movilizada pero sin llegar a activar a los electores socialistas. Es el mejor escenario para Camps.

Una de las muestras del desinterés en el que se mueve la cita del 22-M, por ejemplo, es la audiencia de los debates de Canal 9 que, con toda la intención, los populares colocaron a diario en la parrilla pero en una franja horaria casi clandestina. El debate de lo cuatro principales candidatos a la Generalitat -Francisco Camps, Jorge Alarte, Enric Morera y Marga Sanz-, por ejemplo, lo vieron 73.000 personas; mientras que el que libraron la alcaldesa de Alicante y aspirante del PP, Sonia Castedo; y la socialista Elena Martín apenas llegó a las 10.000, apuntaron fuentes del PP. Los ciudadanos tampoco tienen muchas ganas de ver a los políticos.

EU y Compromís se juegan su futuro en la última semana

EU y Compromís -la coalición del Bloc, Iniciativa y Els Verds- se la juegan en la última semana. La formación de Marga Sanz debe confirmar pronósticos y parece que tendrá suficiente con el valor de una marca en la que encuentran "refugio" desencantados de la izquierda para alcanzar su objetivo. Tiene el hándicap de su limitada implantación local. Apenas 150 listas municipales que le dejan sin "agentes de proximidad" en muchos pueblos. Compromís, por su parte, no tiene el empuje de una sigla pero, por contra, cuenta con el activo de las 320 candidaturas locales -290 propias y 30 asociadas- y con la imagen de Mònica Oltra. Se centrarán en la batalla "pueblo a pueblo". Mañana ambas fuerzas se retarán en Valencia en sus actos centrales. A la misma hora y en escenarios de aforo bastante parecido. P. r. f.