La provincia de Alicante se encuentra situada en un área de actividad sísmica moderada, donde se detectan cada año entre 50 y 60 microseísmos de una intensidad que oscila entre los 2,5 y los 4,5 grados en la escala de Ritcher. Recientemente, la Universidad de Alicante ha creado un detallado mapa, en el que por colores, se precisa la peligrosidad sísmica en cada zona de la provincia.

En él se puede observar cómo la Vega Baja es la zona de la provincia dónde hay mayor riesgo de que se produzca un terremoto de gran magnitud en un periodo de retorno de 500 años, destacando especialmente Torrevieja y localidades como Benijófar, Bigastro, Almoradí, Formentera del Segura, Catral o San Fulgencio. Un riesgo que aumenta de norte a sur, aunque no de manera regular, y es especialmente intenso en el límite de nuestra provincia con la vecina Murcia.

Esta tendencia queda interrumpida más o menos hacia el centro de los límites entre las provincias de Alicante y Valencia. Según se puede apreciar en el mapa, en el área de Alcoy y Cocentaina aumenta el riesgo sísmico.

Dénia, Xàbia, Pego y en general el litoral de la Marina Alta, son las zonas de la provincia más tranquilas, sismológicamente hablando. Sin embargo, en la vecina Benidorm aumenta el riesgo de que se produzca un seísmo de hasta siete grados y la intensidad sigue aumentando conforme se desciende en el mapa hacia la costa de Alicante y en la vecina Mutxamel o en Agost. La segunda ciudad en tamaño de la provincia, Elche y la vecina Crevillent, se encuentran ubicadas en una de las zonas de mayor peligrosidad, aunque no con la intensidad de la Vega Baja, que roza el riesgo alto.

La responsabilidad de esta alta actividad sísmica concentrada en el sur de la provincia es de la falla del Bajo Segura, que atraviesa la provincia de Murcia y llega hasta Almería por la costa siguiendo el trazado de la autovía.

Una de las peculiaridades de este trabajo desarrollado por la Universidad de Alicante es que se ha realizado sobre una escala de "intensidad" del movimiento sísmico y no de "magnitud", que es la que habitualmente se suele emplear. La escala de intensidad es subjetiva y valora los efectos del terremoto y la forma en que es percibido por la gente (por ejemplo cuántas personas sienten la sacudida o si se producen daños en los edificios).

Y es que para la realización de este estudio se han recopilado datos históricos de terremotos desde 1396 cuando los datos de magnitud aún no existían, "ya que se trata de mediciones relativamente recientes procedentes de registros instrumentales", señala José Juan Giner, director de la Red Sísmica de la UA.

Para medir el riesgo de la provincia se ha empleado una escala de intensidad europea, que va del grado I al XII, y se han recogido 115 movimientos sísmicos desde hace más de 600 años y que van desde el grado VI, el primero a partir del cual se producen daños ligeros en edificios vulnerables y superiores, hasta el nivel X, correspondiente al terremoto que asoló la Vega Baja, y más concretamente Almoradí, en 1829 dejando casi 200 muertos.

Para elaborar el mapa de peligrosidad sísmica se han combinado dos mapas: el de las intensidades promedio esperadas con el de las características del terreno según su forma de reaccionar a las vibraciones del terremoto.

Probabilidad cada 500 años

En el mapa de las intensidades esperadas se ha tenido en cuenta un "periodo de retorno" de 500 años, es decir, la probabilidad estadística de que un terremoto de grado VI o superior se produzca en un periodo de 500 años en cada punto del territorio. Por su parte, el mapa de características del terreno lo clasifica en cuatro categorías según su capacidad para reaccionar y transmitir las ondas sísmicas, la mayor de las cuales duplica a la menor.