De ella se oye de todo: pija, vulgar, arisca, simpática, prepotente, llana… de todo y todo lo contrario. Lo que nadie le niega es su capacidad de trabajo y su populismo que han llevado a Sonia Castedo de ser la chiquilla protegida de Alperi a convertirse en una figura relevante que levanta fobias pero también muchas filias. Tras pasar por dos concejalías y por la alcaldía, meterse en todos los charcos y bailar en todos los tablaos, a veces textualmente, la conoce hasta el Tato. Frente a ella, de Elena Martín se dice bastante menos porque los alicantinos apenas saben quién es. Basta preguntar por ahí para comprobarlo. Los que la ubican la califican de buena chica e inteligente, y al igual que a Castedo, la acusan de ser ambiciosa y prepotente, lo que parece ser imprescindible para medrar en un mundo tan canalla e inmisericorde como el de la política.

Hay quien considera que esta campaña es especial porque, por vez primera, dos mujeres se disputan la alcaldía. Quien espere por ello una actitud delicada y amable lo tiene claro. Dos mujeres, y además jóvenes, no llegan a ser las cabezas de lista del PP y PSPV en una ciudad como Alicante si son ositos de peluche. Sonia Castedo y Elena Martín son listas y ambiciosas, tal como han demostrado ambas en su trayectoria política, y no se imagina uno a ninguna de las dos poniendo la otra mejilla, pero tampoco luchando a muerte entre el barro. Les pegan más las cuchilladas dialécticas o una actitud despreciativa hacia la otra si se deciden a hacer campaña, lo que está por ver dado además que la que hoy empieza, si se descuidan, sólo les puede servir para perder votos. Y es que ambas ganan en el trato cercano, pero tiene que ser muy cercano. Tras un micro, sea en la radio o en un escenario, las dos resultan impostadas y artificiales, aunque Sonia Castedo salva este escollo con una mayor popularidad y experiencia. Por el contrario, tiene que intentar que los casos Gürtel y Brugal no le hagan más daño del que le han hecho ya a su partido, y tragarse con patatas a José Joaquín Ripoll de número dos.

Elena Martín, por su parte, está muy verde y necesita urgentemente darse a conocer por sí misma sin confiarlo todo a unas siglas dañadas por la crisis y la erosión del Gobierno central.

Una está muy segura, pero se puede estampar si va de sobrada, debido sobre todo a que no puede conformarse con revalidar la mayoría absoluta que le legó Alperi. Sonia Castedo necesita al menos dos concejales más que ahora para que Ripoll y Juan Zaragoza, sus topos en la lista, no le chantajeen durante toda la legislatura. Necesita 17, nada menos. Por su parte, Elena se lo juega todo en un partido que no da segundas oportunidades. Dice que está segura de que puede ganar y es su obligación decirlo. La cuestión es si va a ser capaz de transmitir esa certeza y movilizar e ilusionar a su electorado en apenas quince días. Repitiendo consignas que suenan a aprendidas y saliendo en carteles con lemas trillados, lo tiene crudo.

Las dos se juegan mucho en estas elecciones y por su edad y falta de experiencia posiblemente se lancen a una campaña cauta, encorsetada y aburrida, en la que el hecho de ser mujeres no va a influir para nada excepto para tener que escuchar alguna que otra bromita tonta de vez en cuando. Sería igual si en los carteles hubiera dos hombres, o un hombre y una mujer, o, si me apuran, hasta si no hubiera carteles, puestos a escuchar a quienes piensan que la campaña no sirve absolutamente para nada y que está todo el pescado vendido.