Faltaban poco más de diez minutos para que comenzara la ceremonia de inauguración de la terminal de El Altet cuando a las puertas de la sala VIP se produjo una escena que nadie esperaba y que dio paso a todo tipo de comentarios hasta que, casi media hora más tarde, la situación se reconducía. Blanco, quizá por aquello de echar un poco de pimienta a la inauguración, había invitado a Eduardo Zaplana en calidad de ex presidente de la Generalitat (Lerma no acudió), le juntó en la sala VIP con su inseparable Joaquín Ripoll y con ellos se paseó unos minutos por la terminal provocándole casi una urticaria a la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, que se encontró sola en medio de los dirigentes del PSOE y sus "compañeros" de partido. El president de la Genralitat, Francisco Camps, aparecería media hora después.

Al filo de las 10.20 horas, los casi mil invitados al acto se encontraron con una situación lo más parecida posible a la máquina del tiempo de los relatos de Julio Verne." ¡Sí, es él, es Eduardo Zaplana, y de la mano del propio ministro José Blanco!", se oía comentar. "¿Y Camps?", se preguntaban los asistentes. El ex presidente de la Generalitat debió recordar los mejores momentos de su reinado a finales de los 90. Allí estaba él, como le gusta, caminando por las zonas nobles del aeropuerto mientras su enemigo político, su ex pupilo Camps, luchaba contra el maldito pinzamiento de espalda bloqueado de camino a Alicante, en Teulada, donde una tormenta torrencial azotaba la Marina.

Fueron treinta minutos intensos, sobre todo porque se dispararon todo tipo de especulaciones hasta que, con el acto oficial a punto de comenzar, un Camps casi doblado por el dolor hacía acto de presencia junto a la presidenta de las Cortes, Milagrosa Martínez; la consellera Belén Juste y, entre otros, el delegado del Consell, José Císcar. Pese a sus dolores, el jefe del Consell tuvo reflejos y, ante un más que sorprendido Ripoll, fue directo hacia su ex mentor para estrecharle la mano. Un saludo frío, pero con el que frenó las especulaciones.

A Blanco la jugada le había salido medio bien y, demostrando que tablas no le faltan, todavía tuvo tiempo de lanzar la penúltima a la pareja al comienzo del cóctel para coronar la inauguración. Al mismo tiempo en el que Camps abandonaba el escenario, el ministro volvió a coincidir con Zaplana y Ripoll a punto de tomar el primer canapé y, ante una nube de fotógrafos, les espetó aquello de "por mí, no tengo ningún problema en salir en la foto, no se qué pensarán otros". Una frase, más o menos textual, cargada de pólvora, para volver a colocar en la escena a Camps, aunque en ese momento éste ya abandonaba el aeropuerto en su furgoneta oficial, ya que su lesión de espalda ha provocado que tenga que desplazarse en un "busito" como el del vicepresidente Juan Cotino.

A partir de ese momento los corrillos que se formaron fueron ya con la gente más próxima y afín. Leire Pajín dio apoyo a Alarte, a la candidata alicantina a la Alcaldía de Alicante, Elena Martín; al alcalde benidormí, Agustín Navarro; y al alcalde de Elche, Alejandro Soler, quien se movió con soltura por "su aeropuerto" (Blanco le dio la oportunidad de compartir discurso con Camps). La subdelegada del Gobierno, Encarna Llinares, estuvo en todo momento muy bien escoltada por las fuerzas de seguridad. Ripoll y Zaplana pasaron ya a un segundo plano metidos en una conversación de altura para la que no quisieron más testigos que una intermitente Gema Amor, tampoco muy por la labor de molestar a sus dos mentores. ¿De qué hablaron? No se sabe porque no permitieron que nadie se les acercase. Mucho menos periodistas en busca de alguna declaración.

Satisfacción también entre los empresarios invitados a un acto en el que no faltaron tampoco históricos de El Altet como los ex directores Jaime Santa Pau y García Hortal. No se lo quiso perder nadie, ni Manuel Peláez Robles, presidente de Fopa, que tuvo que seguir el acto en silla de ruedas por una inoportuna lesión. Sonia Castedo y Rafael Martínez Berna también tuvieron su ratito para hablar... de congresos.