Agotado después de dos días cogiendo autobuses y aviones, con pocas horas de sueño y muchos nervios en el cuerpo, Raúl Berenguer aterrizó ayer por la mañana en el aeropuerto de El Altet, procedente de Londres, donde había hecho escala tras salir de Tokio. Su madre por fin podía abrazarlo y poner fin a días de angustia en los que Raúl permaneció atrapado en la ciudad de Sendai, en la zona cero de la amenaza nuclear de Japón.

¿Cómo se encuentra después de haber podido, por fin, regresar a casa?

Debería estar muy contento por haber conseguido volver. Pero la realidad es que me siento preocupado, porque en Sendai se han quedado muchos amigos. Por la forma de ser de los japoneses, muchos han decidido quedarse en la ciudad pase lo que pase. Aunque acabo de llegar y he intentado dormir, no puedo hacerlo. Tengo el ordenador constantemente encendido para tener noticias de ellos y ver cómo evoluciona la situación, pero, realmente, me siento muy impotente y me emociono cuando veo las imágenes por televisión de todo lo que está pasando.

¿Cree que la prensa extranjera está exagerando los acontecimientos que vive Japón?

Al principio las noticias sí que eran exageradas, pero la situación ahora sí que se está poniendo mal. Hace cuatro días no había tanto peligro, pero en cuestión de 24 horas los acontecimientos han evolucionado hacia una situación muy complicada.

¿Son conscientes los japoneses de esta situación?

La gente sí que es consciente. El problema es que la radioactividad no se ve. La gente no puede saber si ha llegado o no hasta sus casas. Tampoco se sabe si las zonas de seguridad que se han marcado son realmente correctas porque no se informa sobre los puntos en los que se están tomando las mediciones.

¿Cómo ha sido la vida en Sendai tras el terremoto? ¿Realmente hacen gala los ciudadanos de un carácter templado y tranquilo?

Efectivamente, es así. Durante estos días tras el terremoto, y con la amenaza nuclear, no he visto a nadie perder los nervios. Es de las cosas que más me han impresionado. En una ciudad con un millón y medio de habitantes sin agua, sin comida, ni gasolina, todo el mundo guardaba su cola ordenadamente, sin alterarse. No había ni saqueos, ni vandalismo. Durante estos días no he visto a la policía teniendo que intervenir por un altercado de este tipo. Ellos se dedicaban a rescatar a las víctimas de la zona arrasada por el tsunami. Los habitantes de Sendai se ayudaban unos a otros en todo lo que podían y eso hace que me sienta aún más emocionado.

¿Tuvo muy claro desde el primer momento que quería abandonar el país?

No, al principio me lo tomé con calma y pensé que sería cuestión de horas hasta que todo volviera a la normalidad. Pero, después, con la amenaza nuclear, todo se desencadenó muy rápido y en cuestión de dos horas tomé la decisión de salir del país. Y sin duda, la situación allí ahora es peor que cuando yo me marché.

¿Qué ayuda ha recibido estos días de la Embajada española en Japón?

Desde el terremoto no he recibido ninguna llamada de ellos. Sí que se pusieron en contacto conmigo a través de correos electrónicos, que sólo podía ver a través del móvil que le pedía a un amigo. No sé exactamente qué les habrá pasado, pero su ayuda ha sido insuficiente en muchos aspectos. Cuando piensas en una situación de ese tipo, en la que estás nervioso y no tienes medios, imaginas que irán a buscarte pase lo que pase y nada de eso ocurrió. Ni siquiera sabían dónde estaba y cuando lo averiguaron, lo único que me dijeron es que saliera de Sendai, sin darme los medios.

Sin trenes, sin gasolina y con miles de personas haciendo colas para coger un autobús, ¿llegó a pensar que no podría abandonar la ciudad?

Me asusté bastante al ver que era tan complicado, incluso llegué a plantearme salir de la ciudad andando hacia las montañas. Al final pude salir gracias a la Embajada de Tailandia que fletó cuatro autobuses para sus ciudadanos y se desplazó el cónsul a Sendai para acompañarles. Lo que contrasta con la actuación del Gobierno español, que reaccionó muy tarde. No quiero decir que me pusieran un vuelo para salir del país, pero, al menos, que hubieran buscado un billete, alojamiento, facilidades para salir de Sendai... El gobierno tailandés no sólo me ayudó a salir de Sendai, también nos llevaron a un templo cercano al aeropuerto de Tokio, donde nos dieron comida y alojamiento y al día siguiente llamaron a un taxi para ir al aeropuerto.

Su familia y amigos han sido fundamentales para que saliera de Japón.

Sí, al final todo esto lo han hecho mi familia, mi novia y mis amigos a costa de pedir horas libres en sus trabajos y estar todo el día conectados a internet buscando vuelos y hoteles. Porque allí era imposible hacer estas gestiones con constantes cortes eléctricos, los precios por las nubes y colas kilométricas sólo para conseguir comida.

"Si la situación se normaliza, volveré"

Raúl Berenguer tiene muy claro que, si la situación se normaliza, volverá a Sendai para terminar el curso de postdoctorado en tecnología de los materiales , que en principio se iba a prolongar durante todo un año. "Tengo claro que lo que estoy haciendo es bueno y necesario para mi carrera". Además, Berenguer ha dejado en el apartamento que tenía alquilado en la ciudad nipona casi todo el equipaje que llevaba para permanecer un año entero en la ciudad, a la que había llegado hace apenas quince días. "Salí de allí prácticamente con lo puesto, sólo me dio tiempo a preparar una pequeña maleta para subir a la cabina del avión con algo de ropa y el ordenador y una mochila en la que me llevé comida para el viaje".