La literatura es como un juego que representa la vida. Y si la amistad es un valor muy apreciado entre los escritores, un mal libro, por muy buena que sea la relación entre ambos, puede resquebrajar en un santiamén la camaradería y simpatía con que se correspondían.

Un ejemplo. Miguel de Unamuno, escritor del que se cumple el 75 aniversario de su fallecimiento, mantuvo una intensa relación epistolar con Azorín. Ambos se elogiaron mutuamente, cooperaron en distintas campañas (los dos se opusieron a la sentencia del periodista Luis de Sirval, fusilado a raíz de los sucesos de Oviedo en 1934) y colaboraron activamente en la prensa escrita. Pero eso no quita que, sin embargo, se lancen dardos venenosos cuando asumen el papel de crítico por las novelas que saltan al mercado. No existen pues amiguismos que valgan, y Azorín, cuando revisa la obra Paz en la Guerra del Rector de Salamanca, escribe de éste: "Unamuno es una nebulosa que no domina aún el castellano". Duro juicio que, posteriormente, Unamuno acata en su Diario íntimo con estas palabras: "¡Qué razón tenía Azorín cuando me dijo que no sabía por dónde andaba!".

Pero la amistad literaria es un valor que, normalmente, siempre prevalece. Por eso Azorín y Unamuno conservaron su buen compañerismo hasta sus últimos días como escritores, quedando para la historia capítulos como la defensa de Azorín en el Congreso con motivo de la destitución de Unamuno de su puesto de Rector de Salamanca o por lo injusto de su destierro por Primo de Rivera.

El escritor y politólogo alicantino José Ferrándiz, autor de Azorín, cronista parlamentario, señala en este sentido que "la relación de Azorín y Unamuno fue larga, directa y muy buena. Cabe recordar que, en 1906, se estaba debatiendo en el Congreso la ley de jurisdicciones, en donde las opiniones sobre símbolos del Estado y del ejército iban a juzgarse por tribunales militares. Azorín y Unamuno fueron dos de los representantes intelectuales que se oponían a esa ley, porque entendían que reducía la libertad de expresión. Azorín fue entonces el organizador de una conferencia en el teatro de la Zarzuela, que pronunció Unamuno en contra de esa ley. Tuvo tal afluencia de público que no cabía toda la gente que asistió".

En diciembre de 1941, tras el oscuro exilio sufrido por Azorín, éste vuelve a su actividad en los periódicos, y escribe en INFORMACIÓN una nueva defensa de Unamuno, que suena más bien a despedida después de la muerte del Rector de Salamanca unos años atrás. Y escribe: "Lucha Unamuno contra la rigidez del castellano y lucha también en la región de las ideas. Si tuviéramos que definir la personalidad de Unamuno, diríamos: un hombre contra algo".

El profesor alicantino Rafael Altamira fue otro de los intelectuales que mayor amistad compartió con Unamuno. Ambos coincidieron en el Regeneracionismo, e intercambiaron impresiones en sus cartas sobre su visión del nacionalismo español.

El catedrático de Literatura de la Universidad de Alicante Miguel Ángel Lozano destaca, por su parte, la admiración que despertaba las obras de Gabriel Miró en Unamuno. "Se apreciaban mucho. Y a Unanumo le gustaba tanto el libro Figuras de la Pasión del Señor que se lo leía a un amigo ciego que tenía, Cándido Pinilla. Esto lo recordaba mucho Gabriel Miró, era algo por lo que se sentía muy satisfecho".

Unamuno citó al alicantino Gabriel Miró como "uno de los mejores, de los más claros de alma, de los más buenos, porque su inteligencia era la forma suprema de su bondad". Así lo dejó escrito en el telegrama que envió a su viuda a la muerte de Miró.

También en este 2011 se cumple el 30 aniversario de la muerte del articulista y escritor catalán Josep Pla. Las librerías se llenan ahora de sus libros y, en ellos, vuelven a encontrarse sus numerosas alusiones a algunos de los autores que más admiró, como Azorín.

"La vida de Azorín y Josep Pla tiene similitudes. Los dos se dedicaron por mantenimiento vital al Periodismo y fueron valorados muy positivamente. Y dentro de esta área, dio la casualidad que los dos fueron cronistas parlamentarios en épocas distintas. Azorín lo fue en la Restauración y Josep Pla lo fue en la República", apunta el investigador José Ferrándiz.

Cabe destacar también el estilo con que ambos periodistas se entregaban a su actividad, el articulismo y la crónica, puesto que Pla buscaba un lenguaje sencillo, transparente, por lo que las afinidades estéticas de ambos escritores coincidían.

El escritor José Ferrándiz cuenta que "cuando Rafael Azuar (autor nacido en Elche) escribió su novela Modorra, con la que ganó el premio de novela "Café de Gijón", éste recibió una carta de Josep Pla en la que le hablaba del libro y, a su vez, le felicitaba. Pero añadía además esta otra alusión: "Desde el punto de vista del paisaje, su libro me ha parecido más profundo que la literatura levantina de Azorín, que tiende demasiado el cromo y al lugar común"".

Vuelve así a demostrarse que, por mucho que sea la admiración de un escritor a otro (Pla reconocía abiertamente su simpatía por Azorín), las críticas siempre son dañinas, el oficio es el oficio, y es entonces cuando las amistades se vuelven peligrosas.