Un avión ha tenido que aterrizar de emergencia en el mar. Varios pasajeros inconscientes con los chalecos salvavidas flotan en el agua, así que hay que actuar rápido. Aunque se trata de un simulacro, saben que en su trabajo se pueden enfrentar a una situación de este tipo, por lo que deben estar preparados.

La playa del Postiguet ha sido el escenario en el que veinte jóvenes que estudian para ser auxiliares de vuelo han puesto en práctica las técnicas de rescate que quizás el día de mañana puedan salvar vidas.

Cruz Roja ha sido la encargada de impartir la formación que se ha realizado en dos fases. Primero, en la piscina, donde los alumnos aprendieron técnicas de primeros auxilios y pusieron en práctica pruebas de apnea que "les podrían ser útiles en caso de tener que bucear debajo de una mancha de combustible", explica Juan Luis Ruiz, monitor de Cruz Roja. Posteriormente las prácticas se trasladaron al mar a bordo de zódiacs y a dos millas de distancia de la costa.

Desafiando al frío equipados con trajes de neopreno y los clásicos chalecos salvavidas amarillos de los aviones, los futuros tripulantes de cabina ensayaron "diferentes técnicas para rescatar a una víctima que está en el agua y subirla a una embarcación". Una maniobra "sencilla, pero que requiere de mucha coordinación, ya que hay que saber girar a la víctima y subirla aprovechando el movimiento de las olas", señala Juan Luis Ruiz.

Situaciones posibles

Y es que, aunque parezca imposible que se pueda dar una situación que requiera este tipo de intervención, "no hay más que recordar el avión que hace dos años aterrizó en el río Hudson de Nueva York", señala Javier Riquelme, de la empresa de formación Esatur. En estas situaciones ya no vale aquello de "el capitán el último", porque el piloto "sólo da la orden de evacuar el avión y sale por su propia escotilla. Los encargados de sacar a la gente son los tripulantes de cabina y deben hacerlo en tan solo 90 segundos". Por eso, Riquelme reivindica la responsabilidad de estos profesionales, "que no se limitan sólo a sonreír y servir coca colas".

Pero aunque los tiempos cambian, esta sigue siendo una profesión eminentemente femenina, "donde las mujeres representan el 75%", asegura Javier Riquelme. Lander Santos es uno de los pocos chicos de la promoción de estudiantes de esta academia. Asegura que está cumpliendo "un sueño de toda su vida" y ya tiene ganas de verse a bordo de un avión "conociendo otras gentes y otros países". La media de edad de los alumnos es de entre 18 y 24 años. Aunque también hay alguna vocación tardía, como la de Patricia Antón. Con 30 años y un hijo de dos está haciendo realidad la ilusión de toda su vida. Tanto que, una vez que finalice el curso, "tengo decidido marcharme con mi familia a Londres para perfeccionar el inglés y trabajar como azafata".

Las prácticas desarrolladas por Cruz Roja se enmarcan en el programa de formación externa de la ONG dirigida a empresas, asociaciones, colegios, entidades deportivas, etcétera. Se trata de cursos de pocas horas, que se pueden solicitar a través de www.cruzroja.es/formacion. El año pasado, Cruz Roja realizó 54 cursos de estas características a los que asistieron cerca de 800 alumnos.