Ediel Batiste espera reunir pronto el dinero necesario para regresar a Brasil, siguiendo los pasos de su mujer y de su hijo. Sin empleo y sin vivienda, el último apoyo que ha recibido en Alicante se lo han brindado otros inmigrantes que le han cedido un techo en el que pasar sus últimos meses en España. La Asociación Humanitaria Americana puso en marcha hace unos meses en el barrio de Benalúa un piso de acogida para "inmigrantes cuya situación está al límite", explica Carlos Parrales, presidente de esta agrupación. La vivienda tiene capacidad para albergar a seis personas, que permanecen una media de dos o tres meses.

Gente sola, sin familia, que ha perdido el empleo o que está a la espera de conseguir los papeles es el principal perfil para quienes quieran optar a este recurso. La rutina dentro de la casa está perfectamente definida. "Existen unos turnos para el uso de la cocina, para la limpieza de la casa y para ver la televisión", explica Eva Real, monitora de la vivienda. Una forma, para Ediel Batiste, "de mantenerse activo y no pensar en los problemas".

El suyo es el caso de muchos inmigrantes a los que no les ha faltado trabajo en nuestro país hasta que la crisis terminó con sus oportunidades. "Ya no teníamos ni para pagar el alquiler, así que decidimos volver a Brasil, porque la situación era agotadora".

En idéntica situación se encuentra G. L. Sin papeles y sin trabajo, asegura que ya no quiere pelear más, "sólo deseo regresar a Colombia y empezar de nuevo". Pero en esta casa también hay sitio para la esperanza. D. C. lleva un año en España. Llegó a tener su propia empresa de reformas y muchos planes para comprar una casa y quedarse a vivir definitivamente aquí. Aunque lo perdió todo con la crisis, confía en que su situación sea transitoria. "Nadie me espera en Colombia, quiero seguir luchando por encontrar de nuevo un trabajo y quedarme". Juan Carlos Méndez es un buen espejo en el que mirarse. Tras perder su trabajo y su vivienda por un embargo, permaneció tres meses en el piso, donde logró salir adelante. Ahora trabaja como voluntario en la asociación y visita frecuentemente a los inquilinos de la casa, a quienes escucha y aconseja para hacer frente a su situación.

La Asociación Humanitaria consigue la comida para el piso a través del Banco de Alimentos. Varios voluntarios se encargan de prestar apoyo psicológico y jurídico a los inquilinos. A cambio de esta ayuda, el único requisito que se les pide a las personas acogidas "es que colaboren en alguna de las actividades que desarrollamos en la asociación", explica Eva Real. Gracias a la ayuda de empresas e instituciones, la entidad ha abierto una segunda vivienda en Santa Pola.