El tren salió de Madrid con retraso, pero allí hubo quien casi abrió la estación, sobre todo empresarios. ¡La de patronos que hubieron de madrugar por culpa de la fiesta de AVE! De AVE a AVE. Y porque Boluda puso algo de su parte, que si no no hacen el doblete.

Pero despiertos, lo que se dice despierto y con buen color de cara sólo amanecieron allí Zaplana, y, ya en menor medida, José Blanco y Federico Félix. Zaplana, porque es como es y no va a cambiar por más matildes que le echen. Félix, porque se sentía el niño de aquel bautizo, aunque le acompañara su señora; la única de la expedición, junto con la reina. Y Blanco, porque estaba tan pagado de sí mismo que se recorrió el tren de cabo a rabo, ejerciendo de algo más que de anfitrión. Se marcó un desfile por todo el convoy el titular de Fomento que si no llega a ser porque un miembro de su séquito le avisó de que estábamos entrando en agujas se acaba el viaje inaugural y aún estaba en el vagón de los comentaristas de prensa, radio y televisión dale que te pego. Fue en ese mismo escenario, pero en el pase que realizó en el sentido de la marcha, donde dijo una frase que dará mucho que hablar a las grullas y a los gansos: "A mi me gusta más el conejo que la liebre". Toma del frasco, Rubalcaba, digo Carrasco.

A casi todos los demás viajeros, se les notaba que llevaban hora canaria de sueño. Ruiz Gallardón iba tan adormilado que le indicó a doña Sofía cuál era su vagón e hizo que se perdiera la foto. Foto de grupo en la que tampoco habría salido el presidente de la Generalitat de no ser porque del rey, atento al despiste y las ojeras que se trae el Molt Honorable, levantó su borbónica voz -"¡Camps, que falta Camps!"- y le obligó a reincorporarse al rebaño.

No se pelearon por salir en la instantánea a pesar de aguantar el frío reinante en el andén hasta el último momento el presidente de Bancaja y del Banco de Valencia J.L. Olivas, el de la Cámara de Comercio, J. V. Morata, y el de la CEOE. Un G. Díaz Ferran a quien le oímos espetar a Vicente Boluda: "¡Ya escampará!"

Menos optimista encontramos a Joan Calabuig. No en vano, ante un rutinario qué tal, nos contestó: "A mi con que no me apuñalen por la espalda, me conformo". No me pareció que lo dijera mirando a su camarada Perelló, allí presente, pero sí que me percaté de que no le daba el lomo a nadie y de que los otros dos socialistas presentes en aquel momento, Margarita Pin y Ciprià Ciscar, levantaron al unísono los hombros, como queriendo decir: a mi que me registren.

Por lo que pudiera pasar, J. Alarte no se sentó a su vera. Ni a la de Joan Lerma, cada vez más Copito de Nieve y hombre anuncio. Siempre con la divisa puesta. Ni los toros proclaman a qué ganadería pertenecen como el grauero. A pesar de lo poco que habían descansado, R. Ferrando, JV González, J. Roca, F. Pons, R. Benavent, V. Sala, A. Quesada y J. Luján estaban gozosos por el logro alcanzado.

A. Brufau, Sáenz de Cosculluela, Lamo de Espinosa, Del Rivero y otros potentados corrieron la banda a base de bien. M. Domínguez, a su vez, mantuvo al corriente a Gª Margallo y A. Clemente del número de manifestantes que habían reunido los distintos "salvem" ante la estación: de anti ATC,20; de no sé qué, 30.

Un colega me sopló que Rita Barberá había conseguido meter con calzador en el programa un almuerzo en la Casa d'Esplai del Saler para 29 personas. Y otro me hizo notar que no es que nos ganaran los plumillas de la Corte por 3 a 30, es que todos eran de la llamada bisagra opinativa, entendiendo como tal a la compuesta por opinadores situados al oeste de Intereconomía. Léase Jáuregui, Cernuda, Expósito, E. Esteban, L. Méndez, A. Escolar, MA Gozalo, Fdez. Arribas, etc. Cerrabas los ojos y te pensabas que estabas en una tertulia de esas.