El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, telefoneó en la mañana de ayer al líder de CiU , Artur Mas, para trasladarle personalmente su felicitación por la victoria en las elecciones catalanas. La llamada, un gesto de cortesía hacia quien en breve tomará las riendas de la comunidad vecina, se enmarcaría dentro de la normalidad política de no ser por la tirantez que en los últimos tiempos ha presidido la relación entre el Gobierno valenciano y el tripartito.

En medios populares se daba ayer por hecho que el regreso de CiU a la Generalitat y la salida del PSC y sus socios de gobierno abre un nuevo escenario en las relaciones con el Gobierno catalán. Para empezar y por un planteamiento puramente estratégico, el Consell de Camps tiene que evitar enfrentamientos con quien podría convertirse en el futuro en socio de gobierno del PP. El propio Mariano Rajoy ha ido modulando en los últimos tiempos su discurso sobre Cataluña, sabedor que podría necesitar de CiU dentro de año y medio si gana las elecciones y lo hace sin mayoría absoluta. Este escenario obliga también a los populares valencianos a ser más cautos en un discurso que, sobre todo en época electoral, ha estado salpicado de anticatalanismo. Pero junto a las razones estratégicas, en el Consell existía ayer la sensación de que en muchas cuestiones el entendimiento será más fácil con CiU de lo que ha sido con el tripartito. Es más, fuentes del entorno del presidente indicaron que Camps y Mas están dispuestos a abrir una nueva etapa de relaciones.

La elecciones catalanas fueron también ayer el tema central de análisis de la junta directiva nacional del PP a la que asistió Camps. Rajoy almorzó después con los barones y líderes regionales, incluido Camps, en una reunión en la que se habló de economía.