Un bocadillo de fiambre o queso y un par de zumos. Medio centenar de personas guardan cola cada mañana frente a una pequeña puerta ubicada en la fachada trasera de la Concatedral de San Nicolás de Bari. Allí recogen el que, en algunos casos, será su único alimento del día. Varias voluntarias de Cáritas preparan cada día el casi centenar de bocadillos que reparten en menos de una hora.

"Se trata de una ayuda de emergencia para aquellas personas que se encuentran en peor situación, que lo han perdido todo y que están durmiendo en cajeros automáticos", explica Cecilia Alegre, una de las voluntarias que trabaja en este proyecto.

Los bocadillos se reparten de lunes a viernes a partir de las once de la mañana. Una hora antes comienza a formarse una larga cola que baja por la calle San Nicolás. Mujeres, hombres, jóvenes, mayores, extranjeros o españoles, la crisis no respeta a nadie. José Manuel y Carlos esperan disciplinadamente su turno en la que ya se ha convertido en su rutina diaria. "Dormimos en los cajeros. Nada más levantarnos nos aseamos donde podemos, venimos a recoger el bocadillo y después nos marchamos a ver si encontramos algo de curro". La hostelería y la construcción eran sus ocupaciones antes de que la crisis les dejara literalmente en la calle. "Ahora ganamos algo de dinero de vez en cuando repartiendo publicidad, pero la cosa está fatal". Estos dos amigos acuden desde hace unos meses a la concatedral para tener su bocadillo, su zumo "y de vez en cuando un yogur". La creciente afluencia de personas que recurren a este servicio de Cáritas "nos obliga a llegar cada día antes".

Detrás de ellos espera Nourrediene, un argelino que llegó a Alicante el pasado mes de abril para encontrar empleo. Unos antiguos vestuarios se han convertido desde entonces en una improvisada vivienda para este inmigrante que trabajaba como operario de correos en su país. "No me queda otro remedio que pedir ayuda para comer. Me paso el día buscando trabajo, pero no encuentro nada". Nourrediene se lamenta: "una persona que duerme en la calle no produce. Quiero trabajar, lo necesito".

Para Cecilia Alegre, "todos estos casos son dignos de mención, porque es gente que literalmente está en la calle, que no tiene un hogar en el que vivir. Aún así, sacan fuerzas todas las mañanas para buscar empleo y no perder la esperanza". Una situación que se complica "en aquellos casos en los que la falta de empleo y de vivienda se suma a problemas con el alcohol o con otras sustancias adictivas".

En este sentido, desde Cáritas "procuramos ser muy selectivos y centrarnos en ayudar los casos de mayor emergencia. Otro tipo de situaciones las derivamos hacia otro tipo de recursos". La gente, añade Cecilia Alegre, "debe entender que esta comida que repartimos es para aquellas personas que peor lo están pasando".

Una ayuda de emergencia que no se queda sólo en la comida

La ayuda que presta Cáritas en la Concatedral de San Nicolás de Bari no se limita únicamente al reparto de comida entre las personas en situación de exclusión social. "Este recurso es una manera de tomar contacto con ellos, de establecer una relación para después intentar orientarles en la búsqueda de un empleo", afirma Cecilia Alegre, voluntaria de Cáritas. El perfil de los beneficiarios de este proyecto, que lleva por nombre San Nicolás, "no son sólo personas a las que la crisis les ha dejado sin empleo". El objetivo, añade Alegre, "es el de ayudar a personas a quienes sus circunstancias personales, normalmente por problemas relacionados con las drogas, les impiden acceder al mercado laboral".

Según se destacó el pasado jueves en la presentación de este programa, "los técnicos del proyecto diseñan líneas de acción individualizadas que contribuyan a reorientar las perspectivas actuales de los afectados y ofrecer alternativas diferentes y viables a su incorporación sociolaboral".