­¿Cómo está viviendo lo que ocurre en El Aaiún?

Con mucha tristeza e impotencia por no poder ayudar. Si hubiera un llamamiento para ir a defender a los saharauis, yo estaría dispuesto porque tengo grandes recuerdos y muy gratos de aquella época. Estoy seguro de que el 99% de los mandos, oficiales y tropas que estuvieron allí no apoyaban la decisión de España de entregar el Sahara tras la Marcha Verde. Ellos habrían continuado hasta el final.

¿Cuándo estuvo allí?

Fui en 1961 como voluntario paracaidista. Estuve sólo un año, pero es como si hubiera vivido una eternidad por las circustancias que acontecían, convoys por el desierto, tensas guardias llenas de anécdotas tristes y desagradables dentro de una férrea disciplina. Tengo una foto en la calle donde se están produciendo los principales disturbios, veo lo que ocurre en la televisión todos los días con interés y pena porque los saharauis se portaron muy bien con nosotros. Cuando España entregó el Sahara a Marruecos gratuitamente sentí una gran desilusión. Hoy vuelvo a sentir una extraña sensación al ver lo que está ocurriendo en El Aaiún, creo que todos aquellos duros sacrificios de miles de militares no sirvieron para nada.

¿Qué recuerdos le vienen?

Recorrimos el interior del desierto con un convoy. Por la noche nos guiábamos con brújulas porque no había carreteras y una vez, cuando volvíamos, nos pasamos de largo El Aaiún y nos perdimos. Nos quedamos sin víveres y sin agua. Bebíamos el agua de los radiadores de los camiones y nos enfrentamos con el guía, que era saharaui, pero él no tenía la culpa. Al séptimo día vimos una polvareda y era que venían a rescatarnos, con comida y un médico. Parece una película, pero fue real. Cuando llegaron estábamos ya fatal, deshidratados y algunos sin conocimiento. Ya en el cuartel nos recibieron con una sopita.

¿Cómo vivían allí?

Poníamos unas piedras en el suelo y encendíamos un fuego donde cocinábamos, siempre a orillas del río de Oro, que entonces estaba seco, aunque me han dicho que ahora lleva agua. Los niños saharauis venían y les dábamos comida. Dormíamos en «medios tubos» o tiendas de campaña con literas y bebíamos agua de un pozo, aunque estaba muy amarga y nos costó acostumbrarnos. Había momentos en que no podíamos más porque la bandera –el destacamento– no estaba completo. Faltaba gente y empalmábamos las guardias, la instrucción y demás servicios. Estábamos exhaustos.

¿Era buena su relación con la población local?

Muy buena. De día pasábamos mucho calor y de noche mucho frío. Nos tapábamos con el abrigo y una manta, bajo la que escondíamos la metralleta. A menudo venían las tropas nómadas, saharauis que pertenecían al Ejército español. Llegaban en sus camellos y nos ofrecían té para entrar en calor y tabaco, sin que sus jefes se enteraran. Estaban protegidos por nosotros, por los militares españoles. Ahora están desprotegidos y solos bajo la dictadura de Marruecos. A veces me pregunto qué habrá sido de aquéllas tropas nómadas que recibían un sueldo del Gobierno español y de toda aquella gente que perdió sus empleos cuando el Sahara se entregó.

¿Qué se debería hacer?

La ONU debería intervenir urgentemente, si no el conflicto se enquistará y acabará en una guerra. Y los gobiernos español y marroquí deberían buscar una solución lo antes posible y que los saharauis no vivan humillados. Pienso que España abandonó el Sahara a su suerte, dejamos a aquella gente sin protección alguna, quizá por no tener un conflicto con Marruecos. Es algo que los que estuvimos allí comentamos y no debió ser así.

Encuentro de paracaidistas en 2011

Después de vivir durante décadas fuera de la provincia, el veterano caballero legionario Emilio Simarro volvió a Alicante y un día se encontró por la calle a otro paracaidista, Tomás Martínez. Llevaban 47 años sin verse, pero desde entonces están en contacto. Dado que en breves fechas se cumplirá el 50 aniversario de varios cursos de paracaidistas en los que tomaron parte una decena de alicantinos, ambos están organizando para enero un día de confraternización y reencuentro «porque el espíritu paracaidista y el compañerismo nunca se olvidan». Emilio Simarro hace un llamamiento a los militares que se instruyeron en los acuartelamientos de Santa Bárbara, Alcantarilla y Jaime I El Conquistador, la mayoría de los cuales fueron destinados a El Aaiún. Más de 150 realizaron los cursos de paracaidismo aunque el destacamento superaba los 500 efectivos. Los organizadores han contactado con una famosa para que acepte ser la madrina del acto, que se celebrará en Alicante y al que están invitados todos aquellos paracaidistas, residentes en la zona de Levante o en cualquier parte del país, y dentro del programa de actos tienen previsto ir a visitar «el querido cuartel» de Murcia. Los interesados pueden contactar con Simarro en el 610 677 211. J.H.