A las pocas horas de su detención, en los primeros días del mes de julio, el teléfono del despacho de Joaquín Ripoll en la Diputación no paraba de sonar. Le telefoneó Mariano Rajoy, Maria Dolores de Cospedal... y, de forma inesperada, el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, con el que el líder provincial del PP no sólo había mantenido duros enfrentamientos sino al que, incluso, había censurado con una cierta dureza por su implicación en el caso Gürtel. No fue una conversación aislada.

Desde entonces, de hecho, el jefe del Consell ha mantenido un contacto asiduo pero discreto, la mayoría de las veces vía telefónica, con el presidente de la Diputación. No son socios políticos. Ni mucho menos. Pero, al menos, sí tratan de ser compañeros con un objetivo común: intentar sobrevivir a un escenario tremendamente complicado y con una agenda marcada por Gürtel y Brugal, dos casos de supuesta corrupción que, según el sumario, salpican a la cúpula del Partido Popular, de la Generalitat, de la Diputación y hasta del Ayuntamiento de Alicante.

Camps ha tratado de estrechar la relación imbuyendo a Joaquín Ripoll de su propio argumentario. Conversaciones telefónicas periódicas en las que el jefe del Consell siempre ha trasladado al titular de la Diputación el discurso que viene repitiendo desde que hace ya veinte meses estallara el caso Gürtel. Una teoría que conduce, para el titular de la Generalitat, al hecho de que tanto en este último asunto como en Brugal, el PP está sufriendo una cacería, una operación orquestada con el objetivo de tratar de minar su respaldo electoral en la Comunidad y, con ello, buscar un atajo para desalojarles del gobierno de las instituciones. Ripoll ha intentado evitar los cantos de sirena que le llegan desde Valencia. Pero, en estos momentos, no está en condiciones de dar guerra y, encima, necesita a Camps. Ambos quieren ser candidatos. Pero antes tienen que empezar a ser, al menos, compañeros de partido.

Los efectos han quedado evidenciados desde el verano. Con Brugal, el frente de Alicante, el único que plantaba cara al jefe del Consell en la Comunidad, se ha diluido casi por completo. Joaquín Ripoll ha puesto la actividad de la cúpula provincial del PP al ralentí. Desde entonces, apenas ha reunido un par de veces a su ejecutiva amén de organizar una "foto" de familia del comité de campaña. Poco más. Ese es el bagaje de la dirección provincial del PP en los últimos cuatro meses. Antes de que la operación Brugal lo cambiara todo, cada reunión de la ejecutiva de Ripoll desembocaba en un pulso contra la dirección de Camps. Eso, al menos por ahora, se ha acabado. Ni siquiera ha sido capaz Ripoll de evidenciar su posición sobre determinadas candidaturas electorales, algo que siempre hacía. Durante la última visita de Gerardo Camps, por ejemplo, le preguntaron sobre el candidato de Benidorm y, pese a no ser partidario de la opción de Manuel Pérez Fenoll, no fue en la guerra. "El partido no ha iniciado ese proceso", vino a señalar sin querer entrar al trapo.

No parece fácil que, con la que está cayendo sobre el PP, este escenario de cierta tranquilidad entre los líderes se vaya a romper. Todo lo contrario. Viene el proceso de confección de listas y tanto Camps como Ripoll son conscientes de su interdependencia. O son los dos candidatos o, difícilmente, lo podrá ser ninguno de los dos. Y con ellos, en el actual escenario, otros cargos del PP podrían encontrarse problemas. Así que no les queda otra. Guardar las formas y tratar de ser, como mínimo, compañeros. Se juegan repetir como candidatos. Y ellos lo saben.

Los focos de conflicto han quedado reducidos al mínimo

Los focos de conflicto entre la dirección provincial del PP, con Joaquín Ripoll a la cabeza, y la cúpula regional de Francisco Camps han quedado reducidos a la mínima expresión. Ya no se celebrarán, por ejemplo, antes de las elecciones locales, los 22 congresos locales pendientes, entre ellos algunos de tremenda batalla como Benidorm, Alicante, Torrevieja o Elche. A falta de guerra interna, incluso, la afiliación al PP -un partido que amparado en sus luchas ha superado los 70.000 "apuntados"- ha descendido notablemente. No hay candidatos ni autonómicos ni locales. Y, probablemente, no los habrá hasta 2011. Otro motivo para ponerse de acuerdo con las listas. Y, encima, al menos por ahora y a seis meses de las elecciones, apenas si hay precampaña. Camps, fin de semana a fin de semana, deja vía libre a Antonio Clemente y Paula Sánchez de León. Y Ripoll tampoco ha aparecido en escena. Nadie quiere enfrentarse de cara a Gürtel o Brugal en la calle. P. R. F.