Si preguntas a cualquier joven alicantino por Lorenzo Carbonell o José María Py, puede que muchos admitan no saber quiénes son. Pero responderán un sonoro "¡pues claro!" si les hablas del hombre del pelo blanco que vende chicles por el Barrio. "Es un clásico", te contestará la mayoría.

Como él, en Alicante ha habido y hay personajes que, en la mayor parte de los casos, sin beberlo ni comerlo (o masticarlo) han destacado en el variopinto cuadro del paisanaje de la ciudad. Es el caso antes citado, de quien se ignora su nombre y al que le han bautizado de mil maneras: el Joaquín Luqui de los chicles, el del maletín de los chicles, un hombre llamado caballo (por su ¿parecido? con el actor Richard Harris), etc...

Tal llegó a ser su popularidad que hubo algún Carnaval en que se pudo ver a gente disfrazada de él. Hace tiempo que el que escribe estas líneas no lo ve. Puede que haya jubilado su maleta o que la crisis le haya hecho cerrar su ambulante negocio. Y eso que vendía papel de fumar y ahora está tan en boga.

Si alguno tiene una pista de su paradero, algún dato sobre su identidad, su historia, que lo escriba en los comentarios del artículo. Muchos curiosos lo agradecerán.

No en vano, hay hasta grupos en Facebook que "homenajean" y dan o buscan información sobre este tipo de personajes. Sin ir más lejos, pinchando aquí podéis ver la página dedicada al vendedor de chicles más famoso de Alicante, que era poco hablador y receloso de su intimidad.

Otro de los "clásicos" modernos (suficiente se ha escrito y hablado sobre El Gran Caruso y sus medallas) es el hombre que iba en su silla de ruedas vendiendo postales. Conocida era su arriesgada afición de circular por mitad de las carreteras, para ir ofreciendo las postales a los conductores. Tampoco era hombre de muchas palabras. Del mismo modo, hace tiempo que no se deja ver. Pero también tiene una página en Facebook que le sigue la pista.

Distinto negocio, pero con similar modus operandi tiene otro popular personaje: el vendedor de clínex de la Avenida de Aguilera. Sí, el del semáforo que hay justo frente al Teatro Arniches. ¿Quién no lo ha visto alguna vez? Si hasta las televisiones lo tienen como referente cuando tienen que tomar alguna declaración de gente que sobrevive en las calles.

A pulso se ha ganado también su hueco en esta galería de "alicantinos ilustres" otro vendedor de pañuelos: "El Sonri", como le llaman algunos samblaseros. Este hombre destaca por su exquisita educación y contagiosa sonrisa. "Trabaja" en San Blas, en el semáforo de la bajada desde Conde Lumiares hasta Campo de Mirra.

Con su pelo largo, normalmente recogido en coleta, y con una enorme sonrisa plagada de dientes, te da siempre las gracias acompañadas de un "que pase usted un buen día". Le compres o no le compres.

Aunque quizá no tan popular en toda la ciudad, sí lo era en la zona de la Florida, José el de la bici. Este hombre, del que tampoco tiene el que escribe referencias desde hace tiempo, iba siempre con su remendada bici y un transistor. Por rachas, bien le daba por cánticos herculanos que por animar al Betis Florida.

Lo que estaba claro era que le gustaba el fútbol. "Al que no le guste el fútbol, que se muera", coreaba. Incluso jugaba a la pelota con los niños de Ciudad de Asís y Florida Portazgo, dos de las zonas que más frecuentaba y donde era más apreciado. En torno a él circulaban muchas leyendas, como que en realidad era rico. Lo que parecía era que vivía por la zona del Cementerio. Algunos decían que estaba loco, pero no se recuerda que diera nunca problemas.

En otros círculos no tan generales, en este caso el mundillo periodístico y sociocultural, también hay otro personaje del que, gracias a un artículo del incombustible y antimenfotista Dani Simón (otro al que también casi todos conocemos), ahora sabemos más. Se llama Manuel Alonso y pinchando aquí podéis saber más de él.