Los templos para las prácticas religiosas de cualquier tipo y confesión sólo serán autorizados cuando ocupen la totalidad del edificio en el que se instalen. Así lo establece el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que cambia radicalmente la normativa vigente hasta ahora que permitía este tipo de actividad en locales de planta baja si reunían las condiciones de seguridad requeridas. El edificio que se destine al culto religioso podrá ser una edificación aislada o, por el contrario, situarse entre otros edificios dentro de una manzana.

Dos han sido las razones fundamentales que han conducido a la decisión municipal de limitar la actividad religiosa a edificios al completo. Una de ellas obedece a razones de seguridad ante la elevada concentración de personas que suelen acoger estos templos. La otra es las molestias y quejas que producen en el vecindario.

Cuando se aprobó el anterior PGOU, en el año 1987, el problema prácticamente no existía ante la escasa presencia de confesiones religiosas , excepto la católica, que salvo alguna excepción construye sus templos en edificio exclusivo. Desde entonces, sin embargo, han ido proliferando confesiones de todo tipo que se han asentando en la ciudad abriendo locales para el culto en distintos inmuebles, incluyendo la planta baja de edificios residenciales, lo que ha obligado a reforzar las medidas de seguridad, muy rigurosas, y a limitar el número máximo de personas cuando se celebran actos religiosos. Aunque en el Ayuntamiento no hay un censo con los centros religiosos en bajos de edificios, sí se sabe que son muy numerosos y que se distribuyen por casi todos los barrios y zonas de la ciudad.

Esta proliferación de centros religiosos en los bajos ha provocado que las quejas y denuncias hayan ido creciendo, especialmente del vecindario por las molestias que ocasionan la concentración de un elevado número de personas en un local entonando cánticos o rezos. Uno de los casos más ilustrativos al respecto se produjo cuando por razones de seguridad se cerró temporalmente la mezquita ubicada en la calle Jovellanos, junto al Raval Roig. Esta medida obligaba a buscar un local alternativo para la numerosa comunidad islámica de la ciudad. Sin embargo, todas las propuestas que plantearon sus representantes provocaron el rechazo radical de los vecinos afectados. Finalmente, ante la amenaza de celebrar su actividad religiosa en la playa del Postiguet, el Ayuntamiento les cedió un local de una mercantil de limpieza en un polígono industrial, espacio que ocuparon hasta que se reabrió la mezquita del Raval Roig.