Al banco en el que nos sentamos le faltan un tercio de sus teselas y el lateral del respaldo está roto. Desde él vemos los esfuerzos de una mujer mayor cuando baja del autobús por no tropezar en alguno de los agujeros de la calzada. Al lado hay una jardinera con tierra seca en la que sólo hay hierbajos y un par de flores mustias. Menos mal que la fuente se ve entera, limpia y con el césped y las jardineras arreglados porque, el resto de la plaza de los Luceros, la más emblemática de la ciudad, está hecha un asco.

Si uno da una vuelta por allí con ánimo de buscar desperfectos, faltan folios para apuntarlos. Y es que todo el entorno está en obras. Los trabajos corren a cargo de la Conselleria de Infraestructuras y lo malo es que van para largo ya que, aunque inicialmente se calculó que la zona podría quedar en condiciones para después del verano, las obras podrían alargarse hasta final de año según indicó uno de los trabajadores. En la esquina de subida de Alfonso el Sabio a Marvá, donde había una empresa de tratamiento de piscinas, todo está cubierto de pintadas; nada especial en la ciudad, pero la mala imagen empeora ante una cristalera rota y tapada con una madera. Los carteles de un concierto hacen el resto. "Ya sabemos que están en obras y que es normal que la plaza no esté en condiciones, pero hay cosas que podrían arreglarse aunque fuera de forma provisional para que esto no esté tan mal sobre todo ahora en verano cuando vienen muchos turistas" indicaba el propietario de una de las terrazas de la plaza. Algunos viandantes también se quejan sobre todo del estado de las aceras que dificulta el acceso, y de las vallas, "aunque hay que entender que estando en obras es normal que esto esté mal", indicaba comprensivo uno de ellos.

Sorteando las vallas que protegen los trabajos de las obras del TRAM, puede uno cruzar la calle, siempre y cuando evite tropezar con alguno de los agujeros de la calzada. El paso de cebra está medio desdibujado, el asfalto irregular y lleno de desconchones y el bordillo casi irreconocible. Ya en la acera de bajada de General Marvá, el mismo espectáculo en la esquina: vallas del Tram, grafitis en las paredes y espacios divisorios de la calzada en la avenida de la estación llenos de maleza.

Ante los agujeros del asfalto, mirar al suelo antes de andar es una obligación. Al margen de algunas colillas y los pegotes de chicle habituales en cualquier sitio, hay centenares de confetis medio descoloridos en el suelo, sobre todo en las juntas de la fuente y de las aceras. Ya llevan tiempo aquí. Que sepamos, la última vez que se tiraron confetis en la plaza fue en el desfile del Coso Multicolor, uno de los últimos actos de Hogueras, con lo que no hay que ser un lice para calcular que los papelitos llevan aquí tirados dos semanas más o menos.

¿No hay más remedio que tener así la plaza mientras duran las obras? El concejal de Atención Urbana, Andrés Llorens, responde que se trata de unos trabajos que dependen de la Generalitat. "Ellos se comprometieron a arreglar el entorno, los parterres, el pavimento y el mobiliario urbano y están en ello, aunque mientras tanto es cierto que la plaza no tiene buen aspecto", señala el concejal.

La reurbanización de Luceros y su entorno tiene un presupuesto cercano a los dos millones de euros y completará el acondicionamiento de la zona iniciado con la construcción de la estación subterránea del tranvía bajo la plaza. Según el proyecto que está llevando a cabo la Conselleria, se está actuando en los cuatro cuadrantes del círculo exterior de la plaza ocupados actualmente por comercios, establecimientos hoteleros y portales de viviendas. En los cuatro sectores se ha proyectado un plano de pavimento continuo de piezas de granito que la integrarán con las avenidas colindantes.

La parte más dura de los trabajos es la que corresponde a la infraestructura sanitaria y de agua potable que hay bajo la plaza ya que para cambiar las conducciones hay que levantarla. Después, y esperemos que a la mayor brevedad, se procederá a renovar el asfalto, el mobiliario urbano y la jardinería y, con algo de suerte, la limpieza de los grafitis de las fachadas encaradas a la plaza.