Estamos curados de espanto. La detención de Ripoll y de Ortiz, además de las otras nueve personas, fue seguida con interés en la provincia pero, desde luego, sería exagerado hablar de conmoción. La actividad de la ciudad era ayer totalmente normal después del despliegue de policías en diferentes puntos del día anterior; la gente lo comentaba en los bares y todas las personas a las que preguntó este diario sabían que el presidente de la Diputación estuvo el día anterior detenido, aunque muchos alicantinos no sabían definir bien el motivo, pero, desde luego, el tema estrella en las conversaciones no era la operación policial, sino el partido de fútbol que por la tarde jugarían España y Alemania.

"Los políticos son todos iguales. No me extraña que alguno haya aceptado sobornos", señalaba Pedro, al que encontramos tomando un café junto a dos amigos en la terraza de un bar de la Plaza Nueva. Antes de interrumpirlos estaban hablando de si por la tarde debía o no jugar Torres ante Alemania y uno de ellos hacía incluso un gráfico con los dedos de la alineación de la selección sobre la mesa. Los tres están jubilados y aunque al preguntarles confirman que sí están al tanto de lo ocurrido con Ripoll, no acaban de tener muy claros los motivos de los registros policiales del martes. "Esto es una venganza de Camps contra Ripoll" -dice uno de ellos- "como Ripoll no defendió a Camps por lo de los trajes, ahora lo intentan coger a él", argumenta, para después preguntarnos si el presidente de la Diputación va a ir o no a la cárcel.

En uno de los bares que hay frente al palacio de la Diputación una pareja joven ojea un periódico extendido sobre la mesa. Al acercarnos comprobamos que lo que están mirando son las páginas de deportes. "Claro que sabemos lo que ocurrió ayer. Yo trabajo aquí arriba y lo de la Policía toda la mañana fue un escándalo", dice el chico. ¿Os sorprende que estén investigando a Ripoll?, preguntamos. "No sé, a mí me parece una persona honrada aunque nunca que sabe. Cuando ha venido tanta policía y han montado la que han montado será porque hay indicios de un delito", responde ella.

Entre los funcionarios de la Diputación, y aunque ninguno con los que hablamos quiere identificarse, los registros del martes sí fueron acogidos con sorpresa y, tal como comenta uno de los trabajadores, "ayer no se hablaba de otra cosa. Nadie espera que algo así ocurra". Y es que el despliegue de policías en la ciudad además del interés mediático en un tema que ocupó un lugar destacado en todos los informativos, resultaba difícil de eludir. "La gente sí comentó mucho el tema, sobre todo ayer", señalaba un camarero de otro bar de la avenida de la Estación.

Los alicantinos, eso sí, parecen valorar la importancia del tema y su posible repercusión futura. En cuanto descubren que somos periodistas aluden al "lío que tendréis estos días". Desde el taxista que nos trae al periódico hasta los compañeros del gimnasio, todos preguntan por la operación policial, pero a pocos parece sorprenderles "uno más" de los casos de presunta corrupción entre la clase política aunque éste se haya afectado a la primera autoridad provincial y aunque el operativo se haya parecido en algunos momentos a un capítulo de los hombres de Harrelson. "Si se demostrara al final que ha habido sobornos, desde luego deberían dimitir", opina un hombre que sale junto a otro de la Cámara de Comercio, "aunque aquí no dimite nadie", añade. "No sé en qué acabará esto pero en este momento algunos deben estar bastante nerviosos, porque si Enrique Ortiz tira de la manta, va a salir salpicado medio Alicante", añade, para pedirnos riendo que "no pongas mi nombre, que me conocen".