La figura de Joaquín Ripoll, presidente de la Diputación de Alicante y líder provincial del PP, ha estado ligada en la última década y media, para bien o para mal, a los titulares de la Generalitat. A Eduardo Zaplana, primero; y a Francisco Camps, después. Del ex ministro, actualmente directivo de Telefónica, fue uno de sus principales colaboradores y hombres de confianza en el Consell. Y del actual presidente de la Generalitat, sin ninguna duda, su "azote" durante siete años de interminables disputas políticas con momentos culminantes como el congreso provincial que el PP celebró en Orihuela en diciembre de 2008 y que Joaquín Ripoll ganó por apenas cinco votos al candidato impulsado por Francisco Camps; o el estallido de la operación Gürtel, un asunto en el que ha mostrado siempre su desacuerdo con el jefe del Consell.

El titular de la institución provincial, que vivió ayer sin duda la peor jornada de su dilatada carrera pública con la irrupción de la Policía en la Diputación y en su domicilio particular, inició su andadura política en 1979 cuando se enroló, junto a Zaplana, en las juventudes de la Unión de Centro Democrático (UCD). Arquitecto de profesión y con 53 años de edad, Ripoll, con el tiempo, se sumó al proyecto del PP. Pasó, entre otros puestos, por el Ayuntamiento de Alicante como concejal hasta que en 1995, tras la victoria de Eduardo Zaplana en las elecciones autonómicas, entró a formar parte del primer gobierno del PP en la Comunidad, donde ocupó la cartera de Administraciones Públicas. Fue portavoz y vicepresidente con Zaplana. Pero en 2003, con la llegada de Camps y la marcha de su íntimo amigo a Madrid, Ripoll optó por refugiarse en la Diputación de Alicante. Poco le iba a durar la tranquilidad.

Con la herencia de Zaplana y gran parte de los apoyos que el ex ministro mantenía en la provincia, Ripoll fue moldeando un liderazgo territorial que, en gran medida, articuló en parte gracias a su capacidad de gestión en los municipios medios y pequeños; en parte a su capacidad para aglutinar a sus principales partidarios en la Diputación; y en parte a su decisión para plantar cara a Camps, que laminó a todos sus fieles de las candidaturas para las municipales y autonómicas de 2007. Con el alicantinismo como bandera, ganó el congreso provincial del PP en 2004 y cuatro años más tarde -el 14 de diciembre de 2008- se enfrentó contra todo el aparato del jefe del Consell, que apretó el acelerador para apartarlo de la dirección popular. Cinco votos le salvaron frente a Manuel Pérez Fenoll, entonces alcalde de Benidorm y el candidato que avalaba Camps.

La resistencia es una victoria. Esa es, desde entonces, una de las frases favoritas de Ripoll, cuya posición en el PP empezó a tomar más peso a medida que el caso Gürtel devoraba el papel de Francisco Camps como principal barón del PP en España. Desde febrero de 2009, cuando se conoció la implicación de Camps en la trama corrupta de El Bigotes y Francisco Correa, su figura se asoció a la del rechazo total y absoluto a la forma en la que el jefe del Consell gestionaba las salidas a la crisis del Gürtel. Denunció "amenazas" por criticar las decisiones de Camps tras la defenestración de Ricardo Costa como secretario general del PP y portavoz las Cortes. E, incluso, el pasado 12 de mayo, Ripoll llegó a rechazar su participación en la Junta Directiva Regional del PP convocada por Camps para buscar apoyos tras la decisión del Supremo de reabrir el caso Gürtel. Su figura había llegado a un punto en el que su opinión, en tanto que presidente del PP de Alicante -la primera provincia en número de afiliados al partido-, se había convertido en clave para gestionar cualquier solución a un eventual relevo de Camps. No tenía ninguna aspiración de retornar a Valencia. Todo lo contrario. Estaba dispuesto a pacificar el PP siempre y cuando se reconociera su liderazgo en Alicante. Esa es su principal reivindicación frente a Madrid, donde ya había expresado su intención de optar a un tercer mandato en la Diputación.

El decorado, a un año de las elecciones municipales y autonómicas, era diferente al del año 2007. Tenía posibilides de situar peones en la lista al Ayuntamiento de Alicante y también en la candidatura a las Cortes además de utilizar sus contactos en Madrid para intentar influir en la identidad de los alcaldables de localidades de peso como Benidorm. Ese escenario queda ahora a expensas de los avatares judiciales. Casado con Margarita de la Vega -a la que llegó a hacer una declaración de amor en público cuando se le preguntó por la contratación de su esposa en la Universidad de Miguel Hernández- y padre de tres hijos, Ripoll, de hecho, puede ver amenazada esa posición tras la intervención policial de ayer en la Diputación. El tiempo, juez máximo que otorga o quita razones, lo dirá.