Alicante comienza a oler a pólvora y a vibrar con el trueno de petardos y mascletàs. Durante los próximos días arderán un total de 4.000 kilos de explosivo para el deleite de festeros y visitantes. Es parte de las Hogueras, pero requiere de muchas medidas de seguridad y conlleva un gran trabajo previo por parte de los especialistas pirotécnicos. Bien lo sabe Pedro Luis Sirvent, que dirige la única pirotecnia de la ciudad -una de las tres que hay en la provincia (las otras se encuentran en Villena y Redován)- y preside la asociación provincial de vendedores permanentes.

En las instalaciones de Pirotecnia Alicantina de Focs i Artificis, ubicadas a las faldas de la Sierra de Fontcalent, los cinco trabajadores que tiene a su cargo llevan un mes trabajando sin descanso para preparar la mascletà que lanzará mañana en Luceros. Los 400 kilos de material pirotécnico que utilizará -en pólvora unos 125 kilos- ya están a punto y han sido elaborados en sus talleres de forma artesanal, enrollando manualmente la pólvora en papel de embalar, y cumpliendo con las más rigurosas medidas de seguridad. Ya están listas las carcasas que conformarán su espectáculo pirotécnico, para el que anuncia un volcán con diferentes ritmos y colores activado por ordenador.

En los tiempos actuales "es difícil innovar", pero la clave está en las nuevas tecnologías y los ritmos. Las medidas de seguridad son extremas en los lugares en los que se manipula la pólvora: suelo plastificado para evitar roces y chispas, una limpieza continua, baldeos diarios, escobas de palma para evitar la electricidad estática y, por supuesto, nada de cigarrillos ni encendedores. Esta última precaución es obligatoria para todo el mundo desde el momento en el que traspasan la entrada al recinto de la pirotecnia. Sin embargo, hay quien no respeta la norma, algo que Sirvent vigila con ahínco para evitar cualquier incidente y ayer, en apenas una hora, tuvo que llamar la atención a un cliente que se encendió un cigarro y a unos jóvenes que pretendían encender un petardo que acababan de comprar. "Esas negligencias son las que provocan accidentes", señala al tiempo que explica que en las instalaciones únicamente ha habido uno, en 1997. "Cayó un rayo y explotaron tres polvorines, pero afortunadamente no ocurrió nada", relata.

Es en esos polvorines donde se almacenan cerca de mil kilos de material pirotécnico, entre ellos una parte de los que conformarán la mascletà. "Se encuentran bajo tierra y rodeados de árboles para que, en caso de explosión, la onda expansiva sea menor", aclara Sirvent, quien, además, tiene alrededor animales, como un avestruz, un ciervo y una llama, para que se coman las malas hierbas "que podrían provocar un incendio".

Sirvent asegura que por cada mascletà, el Ayuntamiento "paga unos 3.600 euros, pero a mí me cuesta 6.000 euros". Una diferencia que no es una pérdida, "sino una inversión en publicidad" pues ese quien dispara se lleva la atención de los medios de comunicación durante ese día. "No siempre he disparado, porque no siempre he podido hacer frente a ese gasto", señala. Y es que, el negocio de la pirotécnica "es cada vez menos rentable". Sirvent asegura que en el último año la crisis "ha reducido un 40% de media las ventas de productos pirotécnicos".

En total, Sirvent calcula que durante las fiestas arderán 4.000 kilos de pólvora, entre el material pirotécnico vendido al público, las mascletàs y los castillos. Los petardos que se consumirán alcanzarán los 20.000 kilos, si bien "un 40% se distribuyen de forma ilegal" por grupos dedicados a ellos. "Existe un gran control y la Policía requisa mucho material, pero es difícil detectar porque lo llevan oculto, incluso en carritos de bebés", recuerda Sirvent, que advierte del peligro porque "no siguen medidas de seguridad y se lo venden a los menores".

Los festeros no renuncian a la pólvora. Estos días a la tienda de la pirotecnia acude multitud de gente para abastecerse de petardos para lanzarlos o prender su hoguera en la cremà. "La tienda es un búnker de hormigón", apunta. En cuanto a la venta, la normativa es rigurosa "la edad mínima son doce años, los menores de 16 tienen prohibido los de clase II y los más peligrosos no pueden usarse por menores de 18".