De la vieja ermita del Raval Roig sólo queda un cartel recordando dónde estuvo, y un cuadro de azulejos de la Virgen del Socorro. Su derribo en 1973 para construir el parquing subterráneo habla por sí solo de la voracidad urbanística padecida por el barrio debido a su privilegiada ubicación. Mirando al Raval desde el Postiguet cuesta recordar que, hace apenas cincuenta años era el viejo barrio de pescadores de Alicante. Los enormes edificios que se ven imponentes sobre el muro del Raval como colgados en la ladera del Benacantil, acabaron poco a poco con las casas tradicionales, y los abogados, médicos y funcionarios fueron sustituyendo a los pescadores hasta el punto de que sólo encontramos referencias a su pasado marinero en algunos bares.

El Raval huele a mar. Pasear por Virgen del Socorro en el tramo encarado a la playa es un placer para la vista y para el olfato, siempre que uno mire al mar, claro, porque los enormes bloques de edificios resultan bastante anodinos... para el visitante, ya que para los vecinos son un lujazo. "No hay mejores vistas en todo Alicante", señala Isabel, propietaria de un décimo piso en uno de estos bloques, "te levantas por la mañana, te asomas a la terraza y entre las vistas y la brisa del mar ya te cargas de energía para todo el día". Así no es de extrañar que en este tramo los pisos sean de los más caros de la ciudad. Sentados en un banco en la nueva plaza de Topete puede uno disfrutar de las mismas vistas que los vecinos ya que la altura del barrio, en la ladera del Benacantil convierte esta zona en un mirador privilegiado. Hace calor y la playa, abajo, está llena de gente. La plaza tiene una ubicación magnífica, pero las pérgolas carecen de vegetación y el sol cae de lleno. A su lado están los restos de la antigua plaza de Topete junto a los pocos vestigios antiguos del barrio, parte de la vieja calle Virgen del Socorro y el Carrer de Madrid con sus casas de una y dos plantas pintadas de vivos colores, macetas en las puertas y rincones que uno no esperaría encontrar aquí. José Manuel es un joven zaragozano que vive desde hace dos años en una de estas casas. "La Perla del Raval Roig", cuenta que llamaban a su vivienda. "Era de unas tías mías y yo la he restaurado y he dejado la planta alta como un pajar antiguo. Me gusta mucho vivir aquí". Dice que al lado hay otra casita "que tiene más de 70 años" y que llaman "la judería", y unos metros más allá se pueden ver restos de las bóvedas del siglo XVII donde se almacenaba la pólvora para el castillo y que se utilizaron después como viviendas, una de las cuales todavía está en uso. El propietario de una de estas casas anda liado con el antenista, "es que tenemos problemas para ver la tele y lo están arreglando". En la calle Madrid, Virgen del Lluc, San Cayetano y una parte de Santa Ana quedan los últimos vestigios del pasado del barrio y donde viven los vecinos más antiguos y sus descendientes. "Hay como dos barrios", ha señalado Óscar Llopis, el de Virgen del Socorro frente al mar, donde viven familias desde hace como mucho veinte o treinta años y que tiene un mayor nivel económico, y el resto, en el que se hace más vida de barrio".

Los vecinos son los primeros en lamentar la desaparición del viejo barrio marinero. "Todo eran casitas bajas", recuerda Patricio, el propietario del bar Sol y Mar, "con redes y barcas en la zona más baja". Esto, continúa refiriéndose al bar donde nos encontramos, "era una tienda de comestibles con un gran patio y una parra gigante. Los vecinos lo llamaban La Parra". Fue el padre de Patricio el que hace 43 años abrió el bar en el que, además espejos antiguos y cuadros modernos, vemos un loro de trapo sobre el ventilador del techo y una gran red de pescador colocada en un lateral del bar recordando el pasado del barrio.

En el Raval Roig hay muchos vecinos procedentes de la isla de Tabarca que en los años 60 se trasladaron a la ciudad pero mantuvieron su vinculación con el mar. También llegaron vecinos de Relleu, Chirles y otras localidades de la montaña que, junto a los marineros "conformaban un barrio muy peculiar y familiar", según Llopis. "Luego, la pesca fue acabándose y muchos de los marineros pasaron a ser trabajadores portuarios, pero el cambio total del barrio se produjo en los 70 con el desarrollismo que ha desembocado en lo que el Raval es hoy".

Nostalgias aparte, a los vecinos les gusta el barrio. Tomando un aperitivo encontramos a Concha y a Rosa, dos vecinas que aseguran encontrarse aquí mejor que en ningún sitio. "El centro está cerca y la playa enfrente. Esto es una maravilla", nos dicen. En otra mesa, dos jóvenes se quejan de que últimamente el barrio está sufriendo robos. "En la cuesta que va al Perpetuo Socorro abrieron la otra noche dos o tres coches", aunque añaden que se trata de un barrio en general bastante seguro y tranquilo y que se vive muy bien. ¿Problemas? Se quejan sobre todo de la falta de aparcamiento, "y además está algo sucio. Pagamos impuestos de los más caros y sin embargo el barrio no está lo limpio que debiera", dice Concha.

En el Raval Roig, según el censo del año pasado, viven 1.758 vecinos que comparten servicios con el casco antiguo ya que en el barrio no hay centro de salud ni colegio. La calle Virgen del Socorro aglutina la mayor parte de bares y comercios del barrio que se ve vivo y alegre. Hay muchos restaurantes y menos comercios, una panadería, un par de tiendas de ultramarinos, y, eso sí, la carnicería de Giner, que ha recibido premios del gremio y del Ayuntamiento y que es famosa por sus embutidos, según dicen los vecinos. "Ahora además tenemos a un paso el centro comercial de la Goteta, el Plaza Mar dos, que nos ha venido muy bien en el barrio", dice Llopis. En el barrio también han mejorado las comunicaciones con el resto de Alicante gracias al Tram y al aumento de los buses urbanos por la proximidad del centro comercial en La Goteta y del Museo Arqueológico de el Pla.

Paseando por el Raval, encontramos la Parroquia de San Andrés y San Nicolás, la primera parroquia ortodoxa de Alicante, así como una mezquita musulmana. "No tenemos problemas de convivencia en el barrio" señala José Aguado al que encontramos a la salida de la Casa de Aragón, "con la mezquita antes sí hubo algún problema por los aparcamientos, pero desde que la abrieron otra vez todo ha ido bien".

Mientras hablamos, decenas de vecinos se dirigen hacia la pasarela que une el barrio con la playa del Postiguet sobre la carretera de Juan Bautista Laforet. ¿Habéis oído que van a hacer una pasarela nueva?, comentan un grupo de vecinos. El proyecto contempla la remodelación del paso con materiales más ligeros y que eviten la corrosión y además se prevé que la pasarela disponga de iluminación nocturna e incorpore un ascensor para facilitar el acceso desde la playa al barrio a las personas con dificultades de movilidad.