Lunes: coditos con atún, martes: patatas guisadas con sepia, miércoles: olleta alicantina, jueves: menestra de verdura, y viernes: fideua. Son algunos de los primeros platos en uno de los colegios de la provincia que ha obtenido la calificación de calidad ISO, tanto por la gestión del comedor, como por su plan de menús: El Fabraquer de El Campello.

En realidad, la totalidad de colegios públicos y concertados de la provincia sigue para confeccionar sus menús las directrices que marca la guía elaborada entre las consellerias de Sanidad y de Educación, en la que se marcan el número de raciones que deben prepararse al mes de cada alimento para que la dieta sea equilibrada y adecuada para los niños. Verduras, hortalizas y fruta fresca, de 16 a 20 raciones; arroz, pasta, pescados y lácteos, de 8 a 10 raciones; legumbres, de 6 a 8; patatas y huevos, de 4 a 8; precocinados, frituras y salsas, de 0 a 6; y vísceras y frutas o zumos en conserva, de 0 a 2 raciones al mes. Aceite de oliva o semillas, sal moderada o yodada y, en cualquier caso, agua para beber.

Paula, 8 años, es muy mala comedora. En casa no le gusta nada y sale del cole a queja diaria también. Pero su madre, María José Valero, está esperanzada con el comedor escolar en el colegio Benacantil de Alicante, porque con su hija mayor sucedió algo parecido y ahora, con 16 años, "se come hasta las piedras, lo que le pongas, incluso coliflor, pero cuando era pequeña separaba las patatas y la verdura".

Para que Paula coma, se queda castigada sin jugar al fútbol, que le encanta, pero María José admite que no está en casa ni siquiera los fines de semana para controlar su comida y que lo suple con la merienda, "pero nada de chocolates ni "chuminás" porque lo prohíben en el colegio. Le doy pan de centeno con chorizo".

En los colegios privados y concertados la canción es la misma. Los niños entran, en general, rechazando determinados alimentos, pero la socialización que favorece comer con los compañeros acaba reconduciendo a la mayoría, que, de todas formas, se queja de determinados sabores que, por ejemplo, en el Newton College de Elche disfrazan con términos de cocina de altura: capricho de merluza, chuleta de Sajonia deshuesada al horno o bien salchichas caseras encebolladas con patatas chips, entre otros.

El precio de la comida escolar varía entre los cerca de 90 euros en los colegios públicos -excepto para quienes estén becados- y los 140 euros de los concertados, como el Inmaculada-Jesuitas de Alicante -que ofrece tallarines napolitana, ensalada campera o escalopes de ave entre otros platos, menú al que la dirección del centro acompaña al pie la recomendación de que "habitúen a sus hijos a comer de todo". El Newton , privado, cuesta 125 euros y, como el resto de centros, adjunta a sus menús mensuales el detalle de las kilocalorías que implica cada uno de ellos.

Incluso, los hay, como El Fabraquer, que incluye recetas de elaboración sencilla para los más pequeños, en las que figuran las temidas espinacas a las que mezclan fresones en cuartos y que acompaña con pasatiempos como algún sudoku. Todo sea por tratar de hacer divertida la comida.

Cada beca, unos céntimos más

Por otra parte, ayer mismo comenzó el plazo para pedir las becas de comedor correspondientes al curso que viene para los escolares a partir de cinco años de edad. Según contempla el DOCV (Diario Oficial de la Comunidad Valenciana), las ayudas suben tres céntimos por alumno con respecto al presente curso, de 3,91 a 3,94 euros y el coste que supone cada mes el comedor para la familia con beca es de 4,25 euros.

Este precio sólo rige para los meses de octubre a mayo, porque en junio y en septiembre, pese a la reiterada petición de la federación provincial de padres "Gabriel Miró", no hay becas y el precio se acerca a los ya citados 90 euros al mes. "En estos meses se quedan la mitad de los niños a comer, pero no es por el dinero, sino porque la jornada es intensiva de mañanas únicamente", indican.