Juan tiene 81 años y recuerda qué ocurrió "aquel fatídico día" como si lo estuviese viviendo "ahora mismo" y el paso del tiempo no ha borrado de su mente ni un sólo detalle:

"Cuando bombardeaban, primero sonaban las sirenas para que la gente se refugiara, pero aquel día no lo hicieron. Mi padre, Baltasar Ortiz, trabajaba en el Mercado y nos tenía dicho a uno de mis hermanos, de diez años, y a mí que cuando las escucháramos saliéramos del colegio que estaba cerca y fuéramos allí para escondernos con él en los bajos. Al percatarse de que atacaban, la profesora nos dejó salir en su busca. Veíamos los aviones y los fogonazos y a mi padre en la plaza con la mano en alto que nos llamaba para que acudiésemos. De repente, vi un avión caer y me refugié. Pero no cayó. Al llegar a la altura de los edificios, levantó el vuelo y fue cuando soltó la bomba que le cayó encima a mi padre. Una mujer cobijó a mi hermano en una pensión y salió ileso. Yo perdí el conocimiento con la explosión y quedé debajo de una puerta. Cuando recobre la conciencia, vi que tenía grandes heridas y se me salían las tripas".

De ello hace ya 72 años, pero Juan no ha dejado de recordarlo ni un sólo día. Sentado en la misma plaza en la que las bombas arrasaron con la vida de 300 personas y a la que acude cada día para leer el periódico cuenta que "era un día nublado y llegué a contar tres aviones".

Al verse malherido y contemplar el horror a su alrededor quiso regresar al colegio, pero quedó desplomado en el suelo a medio camino. Terminó en un camión que lo trasladó al antiguo Hospital Provincial para curarle las heridas. Sin que él lo supiera, su padre había muerto y su hermano tuvo "la sangre fría" de coger la documentación que él "portaba en el chaleco", tal y como "siempre nos había pedido que hiciéramos".

En el hospital, Juan tuvo la suerte de dar con un carabinero vecino de la familia, que le llevó a la sala de curas de las mujeres. "Allí vi a una niña con las piernas cortadas que murió y a la que, casualmente, había visto en el Mercado después de caer la bomba". Del hospital, también recuerda que su madre y sus hermanos iban a verle. "Iban de luto, pero yo les preguntaba qué había sido de mi padre y ellos me contestaban que estaba herido y que cuando se recuperase vendría a verme". Y es que, con apenas nueve años, Juan no dejaba de tener la inocencia de un niño.

"En recuerdo a las víctimas del bombardeo". Ésta es la única frase que Juan Ortiz añadiría a la placa que da nombre a la plaza del Mercado, que desde esta semana ha pasado a llamarse "25 de mayo". En su opinión, "no es necesario" incluir que fue un bombardeo perpetrado por la aviación fascista italiana, como reivindican desde la Comisión Cívica para la Memoria Historia y rechazan desde el Ayuntamiento. "Las atrocidades en la guerra las cometieron los dos bandos", asegura Juan, quien incide en que él "no es político". Su padre pertenecía a la Confederación Nacional del Trabajo y su hijo milita en el Partido Socialista, dos grupos que actualmente reclaman que se incluya la palabra "fascista" en la placa. Pero para Juan, es lo de menos. Lo importante para él es "recordar a las víctimas" como su padre. Al respecto, considera que el nombre de "25 de mayo" debería darse a la calle Balmes -frente al Mercado- "que es donde cayó la bomba". En cuanto al memorial, cree que lo importante no es perderse en polémicas sobre la palabra "fascista" si no hacerlo y que "se dé nombre a cada una de las 300 luces que representan a las víctimas, para saber cuál es la de mi padre".