La procesión del Santo Entierro, formada por los pasos de Mater Desolata, el Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad de Santa María cerrará el Viernes Santo en Alicante, que comienza con la salida de la cofradía de La Sentencia. Será el segundo día de la Semana Santa más mística y penitencial, la que arrancó en la noche del Jueves Santo con las procesiones de El Perdón, llamada también de Los Sacos por la vesta de yute que visten sus hermanos, y sobre todo de El Silencio, con la venerada imagen del Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de las Angustias, que comenzó cerca de la medianoche. Los trombones de varas y los timbales de la banda de Mutxamel fueron el único acompañamiento musical del cristo, uno de los más queridos por los alicantinos. Del XVII, obra de Nicolás de Bussi, salió portado por 32 cargadores, que heredan este privilegio de padres a hijos, con la cabeza cubierta con verdugo negro por la muerte de Jesús, con el único toque color de la capa roja de paño de Béjar (Salamanca) y los guantes. Le acompañaron ciudadanos anónimos en silencio, muchos de ellos descalzos.

Después, el público apostado en el Casco Antiguo pudo ver de nuevo el conjunto escultórico de Nuestra Señora de las Angustias, el único del imaginero Salzillo que hay en Alicante, del siglo XVIII, que el año pasado se quedó en el templo al romperse un varal del paso. Este Jueves Santo salió sobre nuevas andas. Terminó de madrugada con los cofrades volviendo a su templo, San Nicolás, como El Perdón, con las imágenes de Jesús Crucificado entre los dos ladrones iluminados por los ciriales rojos que llevan a sus pies, y después María Medianera de Todas las Gracias. Las esculturas, todas de los hermanos Blanco, salieron de la Concatedral con la plaza de Abad Penalva a oscuras, en una puesta en escena medieval por la indumentaria de sus cofrades y costaleros, que desfilaban portando cruces y rezando el rosario por todo el camino con el único acompañamiento musical de la banda de tambores de la hermandad. Eran de estreno los varales de ambos tronos, encargados en Sevilla, y las velas .

La Piedad y Caridad de Benalúa entró en la Carrera Oficial justo antes de las dos anteriores y después, por primera vez en su historia, regresó en procesión desde el centro hasta su barrio ofreciendo a alicantinos y visitantes su desfile de aires cartageneros, de donde eran sus fundadores. La imagen titular, Nuestra Señora de la Piedad, procesionó con un plantel totalmente renovado de costaleros sobre un nuevo trono tallado en plata repujada en Lucena (Córdoba), que costó a la hermandad 30.000 euros y que es mucho más ligero que el anterior. Al son de las cornetas y tambores de La Llàgrima de Mutxamel, y de la agrupación de Carolinas, los cofrades de traje y capirote azul eléctrico recorrieron su itinerario, que cambió este año al no tener que subir hasta Alfonso el Sabio. Fueron por Reyes Católicos y la Montañeta buscando la Rambla, a la que salieron por la calle del Teatro con el Cristo de la Paz cerrando.

Esta imagen se "encontró" junto al Teatro Principal con el paso de Nuestra Señora del Mayor Dolor, de la hermandad de la Santa Redención, y los costaleros de ambos los bailaron para los asistentes. Brillaba la corona dorada de Nuestra Señora con el reflejo de las velas rojas encendidas en los faroles de sus cuatro esquinas. La talla, acompañada por los concejales Laura Chorro o Antonio Sobrino, y por el presidente de la Junta de Hermandades, Manuel Ricarte, cerraba la procesión comandada por el paso de la Cruz Redentora, a hombros de costaleras, entre música de viento y percusión, y pasodobles. El desfile se desarrolló como el primitivo cortejo con la cruz abriendo.

Cuando estos tronos bajaban por la avenida de la Constitución hacia la Carrera Oficial, giraba no sin dificultades para sus costaleros el paso de la Santa Cena por la calle Quintana con Capitán Segarra. Más de 200 costaleros alzaban las andas del conjunto escultórico, de los imagineros Ortega Bru y Juan de Ávalos, el más grande de España de esta hermandad, con trece tallas y más de 3.000 kilos de peso, para lo que contaron con la ayuda de otras cofradías. Entre los penitentes, con su vesta marfil y su capa roja, algunos pedían limosna para obras sociales y otros llevaban los nombres de los doce apóstoles mientras tocaban los músicos de L'Harmonia, la banda Nazareno de Elda, Sol Mar y la Lira de Rojales. Tras la Cena, salió el Cristo de la Caída, con sus flores rojas y faroles en las esquinas; el Cristo de la Juventud, talla anónima del XVIII, con un llamativo adorno dorado y floral sujeto con cuerdas; y María Auxiliadora con su palio azul y oro, adornos de jarros de plata con flores delante, y sus candelabros de cola. Esta hermandad fue fundada en 1775 en la calle de la Cena de San Antón, aunque desapareció a finales del XIX . Volvió en 1962 y hasta hoy.