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Javier acaba de aplastar el huevo de su mona de Pascua sobre la frente de un profesor. No es ninguna irreverencia, nada más lejos. Los escolares revivían ayer la tradición de compartir el típico dulce alicantino con sus compañeros y, en buena parte de los casos, los centros se los han llevado al aire libre: la playa, el campo, el parque o, en última instancia, el propio patio del colegio.

"Lo planteamos como una actividad de convivencia que es muy distinta a la que practican a diario en las aulas, al tiempo que recuperamos la tradición de los juegos populares de la tierra, como la comba, el tranco, el pañuelo o el cachirulo o cometas", coinciden desde los colegios San Blas y San Roque de Alicante.

El centro de San Blas solía salir con los alumnos a las instalaciones del hipódromo en el Monte Tossal para celebrar el fin del segundo trimestre y comienzo de las vacaciones de Pascua, pero gracias a la reciente ampliación de la pista deportiva, esta vez se han quedado en el centro. Los niños han traído el bollo de casa con su huevo duro central y el colegio pone el agua y el chocolate.

En El Fabraquer de El Campello, a escasos cien metros de la playa Muchavista, se han bajado a la arena. Asombra la formalidad de los alumnos, pese a que son cerca de 500. Cada grupo obedece puntualmente a su maestro y sólo los mayores de sexto tienen permiso para meter los pies en la orilla. "Como los huevos han salido un poco blandos nos, han dejado el pelo algo pringado", reconocía el director, Ginés Pérez.

Atípica jornada

Las monas llegan todas embaladas, a cargo del colegio. En círculos, a modo de numerosas hogueras, los estudiantes dan cuenta del dulce entre risas y, a continuación, la emprenden a jugar, correr, hacer castillos o buscar caracolas, como las que se llevan encantados los de Primaria. Herminia, una de las maestras, les recuerda que echen mano de los calcetines, chaquetas y calzado de la gran bolsa de basura que han colocado en el centro del grupo para no perder nada.

Los profesores reconocen que esta atípica jornada escolar les obliga a un mayor nivel de atención que en clase, pero que, lejos de lo que pueda presuponerse, "se portan todos especialmente bien". Es cierto que no ha hecho falta dar voces a nadie, ni tampoco remolonea ninguno cuando se les indica que hay que volver al colegio. "Las primeras veces que vinimos, hace cinco años, lo hacíamos con cintas de seguridad, por si acaso, pero nos dimos cuenta de que no hacían falta", constata el director de este otro centro.

Los de Lo Romero, de Sant Joan, también han bajado a la playa en autobús y los de San Roque se han desplazado desde el corazón del Casco Antiguo a El Palmeral. Habituados a salir al recreo en una de las plazas cercanas por la falta de espacio en su colegio se les ve especialmente felices con este "día extra de campo", como dicen sus profesores.