Ana Lucía, cuatro años, se ha puesto a llorar al recordar su colegio, el Manjón Cervantes. Eugenia redacta que "las puertas están rotas y los árboles apagados". Son redacciones de los alumnos del Manjón Cervantes al cumplirse un año desde que lo tuvieron que desalojar por el agrandamiento de unas grietas. Los más pequeñitos sustituyen la redacción por dibujos y en ellos abundan los soles, árboles y corazones alrededor de su antiguo centro, al que colorean -Dennis incluye mariposas-, frente a los barracones que diseñan con trazos vacíos de contenido y alargados, como hace Ali.

"Había árboles, hicimos fiestas. Ahora en los barracones hay muy poco espacio y hace mucho frío, y en algunas clases hay goteras, como en la mía. Soy feliz si me arreglan el cole, pero no soy feliz si no me lo arreglan". El texto, de María Magdalena, de 10 años, resume el sentir de sus compañeros. "Nos tenemos que poner las chaquetas para ir al baño. ¡Unamos nuestros corazones para recuperar el Manjón!" relata Leonor, en quinto curso también. "Me gustaría tener un cole nuevo para que no haga tanto frío y no se escuchen tantos ruidos. Aquí se te mete la arena en los pies y te ensucias los pantalones" añade Juan. Iván Ruiz apunta que "allí las cosas eran mejores. Querría que hicieran otro igual porque aquí hace frío".

Frío, goteras, ruidos y mucha añoranza: "Cuando paso cerca del Manjón veo que está casi en ruinas", aprecia Clara y para Mohamed era "el mejor cole de mi vida entera". La concejala Mari Carmen Román, reunida ayer con la FAPA Gabriel Miró y el AMPA del centro, aseguró que la pelota está en el tejado de Ciegsa sobre los plazos de construcción.

Un final feliz rebaja el estrés

"Saber que hay un final feliz en el horizonte cercano ayuda a pasar cualquier situación de estrés o agobio". Los psicólogos de la Universidad de Alicante Domingo Martínez y Tomás Ordóñez concluyen, tras leer las redacciones de los alumnos sobre el colegio Manjón desalojado por las grietas, que, tanto en dibujos, como en textos, se aprecia que las prefabricadas son algo despersonalizado para los niños: "Un cambio de espacio no es fácil, echan de menos cosas materiales, porque en niños pequeños es difícil que exterioricen sus sentimientos más allá de lo material y externo, pero como ven su antiguo colegio al pasar por su barrio todos los días, esperan que lo arreglen". Los de sexto curso sí que empiezan a adquirir "una dimensión más social" y echan de menos sus espacios de reunión bajo los árboles.