Si alguien pensaba que al menos la crisis desatada por las hipotecas basura o subprime serviría para introducir algo de racionalidad entre los agentes financieros, estaba equivocado. Y para botón, una muestra. Cuando han empezado a surgir los primeros síntomas de recuperación, los gigantes de las finanzas mundiales han vuelto a recuperar un producto al que ya estaban dando vueltas desde el año 2005 pero que quedó en el limbo con la eclosión de la crisis: son los denominados bonos de la muerte, en los que la inversión se fía a la expectativa de longevidad de los propietarios de seguros de vida. En resumen, cuando antes se muere el titular del seguro, más gana el inversor.

Macabro, pero cierto. Grandes entidades como JP Morgan, Credit Suisse, UBS o Goldman Sachs se han unido en una asociación llamada Institutional Life Markets Association. Piensan que el valor de los seguros de vida es más predecible que las tasas de morosidad hipotecaria o los precios de la vivienda. Estas entidades se encargarían de comprar las pólizas y las empaquetarían para emitir titulizaciones en los mercados, tal como en los últimos años se ha hecho con asiduidad con las hipotecas. Los bonos emitidos con ese respaldo proporcionan una rentabilidad al inversor final en función de los años que viva el asegurado que vendió la póliza.

Este tipo de producto no podría comercializarse en la actualidad en España, pero sí en otros países como Estados Unidos donde el mercado es muy suculento, sobre todo en estos momentos en que la crisis ha golpeado con dureza las economías domésticas y miles de jubilados atraviesan problemas. Se calcula que unos 90 millones de estadounidenses tienen primas en vigor por valor de 15,3 billones de euros.

El sistema se presentó por primera vez en una conferencia para expertos financieros en el año 2005. En aquella ocasión asistieron sólo 250 personas. Dos años después, ya fueron 600 a una nueva sesión. Y ahora, los grandes tiburones se mueven alrededor de las tumbas.