Para el doctor en Pedagogía de la Universidad de Valencia Andrés Payá erradicar la práctica del botellón es "algo imposible". Más que una moda Payá apunta que el consumo de alcohol entre los jóvenes "es un acto de socialización que realizan independientemente de su condición económica o su edad". Algo que impide crear pautas únicas ya que es un grupo muy heterogéneo.

En opinión de este joven experto "la generación actual es la más comprometida que ha habido aunque cuando beben se comportan de manera distinta a como habitualmente lo harían". Una cuestión que no necesariamente significa que exista una doble ética entre ellos.

El problema llega por la excesiva ingesta de alcohol: "Un patrón importado de países anglosajones que conlleva peligros como la intoxicación etílica y que desemboca en comportamientos incívicos". Y es que el botellón es, en palabras de Payá, un espacio de encuentro donde los jóvenes pueden conversar con sus iguales y en el que consumir este tipo de bebidas les ayuda también a desinhibirse. Por este motivo, incide: "No es una moda pasajera y es necesario inculcar a los jóvenes una responsabilidad cívica que les haga ser conscientes de que se ha de conservar la vía y los espacios públicos porque son de todos". Inculcar el civismo, las consecuencias médicas y el consumo responsable son algunas de las claves para atajar el problema, más allá de otras medidas más punitivas o de la creación de recintos habilitados. Hay que tener en cuenta, continúa, que "las consecuencias del botellón no sólo se centran en el mero espacio físico sino que también desembocan en accidentes de tráfico, embarazos no deseados y conductas violentas".

Por último, Payá señala que los programas de educación, campañas informativas o de sensibilización escolar ayudarían a fomentar esa conducta cívica entre los jóvenes, necesaria para mitigar los comportamientos negativos en la práctica del botellón.