El nuevo reglamento de explosivos permite usar más pólvora en los alardos de las fiestas de Moros y Cristianos, pero endurece al mismo tiempo las medidas de control y seguridad, hasta tal punto que por parte de la UNDEF se considera que va a resultar muy complicado cumplirlas.

El único requisito que ya es obligatorio es la necesidad de contar con la licencia de armas de avancarga, algo en lo que está de acuerdo la entidad festera y que sin embargo ya ha reducido drásticamente la participación. Es por ello por lo que existe temor, casi pánico, a lo que pueda suceder en el momento en que en 2019 entren en vigor el resto de exigencias.

Según se hace constar en el reglamento, como norma general, la cantidad máxima de pólvora adquirida para cada acto será de un kilo por festero. No obstante, cuando la duración del acto lo requiera, el delegado o subdelegado del Gobierno podrán autorizar un consumo de hasta dos kilos.

Todo ello, en cualquier caso, a costa de un endurecimiento de las normas de seguridad. Así, el reparto se tiene que realizar siempre en presencia de un vigilante de explosivos, y el mismo engloba el trasvase de la pólvora a la cantimplora, que una vez cargada tiene que quedar precintada.

En el caso de que se necesite más cantidad de pólvora debido a que haya más de un acto de arcabucería en el marco de la misma fiesta, que requiera en total una cantidad superior a los dos kilos, se extreman aún más las precauciones.

Cada festero tendrá que aportar al menos una cantimplora por cada dos kilos de pólvora que vaya a utilizar a lo largo de los festejos. La primera de ellas se le entregará para su almacenamiento y custodia en domicilio particular, mientras que el resto quedarán en manos de la entidad organizadora de las fiestas, que será la responsable de su almacenamiento en un depósito autorizado. Estas cantimploras únicamente podrán ser entregadas por parte de los organizadores en repartos posteriores, conforme vayan avanzando los actos de arcabucería.