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Fractura hídrica en la provincia

La falta de infraestructuras impide a las comarcas del sur, castigadas por la sequía, aprovechar los excedentes de agua del norte

El embalse de Guadalest, con las reservas al 70%. david revenga

Las intensas lluvias registradas el pasado invierno han puesto de manifiesto el fuerte desequilibrio hídrico que afecta a la provincia de Alicante. En una situación en que los pantanos de Beniarrés, Amadorio y Guadalest, situados en el norte, presentan unas reservas muy por encima de la media del conjunto de España, las comarcas del sur, afectadas por la sequía, no pueden aprovechar estos recursos por la falta de infraestructuras. La prueba más sangrante es que las citadas presas han desembalsado durante el primer semestre del año alrededor de seis hectómetros cúbicos por falta de capacidad, más que el último trasvase Tajo-Segura, y ahora, con la llegada del otoño, pueden volver a tener que desaguar. Regantes y expertos reclaman a las administraciones la adopción de medidas para evitar el despilfarro, y más en concreto que la conducción Rabasa-Fenollar-Amadorio, como se contempla en el plan de cuenca, sea reversible para poder trasvasar el agua desde el norte a los sedientos campos del sur.

En un contexto en que la reserva hídrica española se encuentra al 41% de su capacidad, los pantanos situados al norte de la provincia de Alicante presumen de estar en torno al 65%. El embalse de Guadalest, en concreto, se encuentra al 70% de su capacidad, Amadorio al 63% y Beniarrés al 65%. Sin embargo, estas reservas no están siendo aprovechadas, y tampoco los excedentes que a lo largo de todo el año han ido a parar al mar.

Y todo ello en un momento en que los campos del sur de la provincia lo están pasando fatal debido a la falta de agua. Tal y como informaba este diario esta misma semana, desde mayo no llega ni una gota del trasvase Tajo-Segura, pese a que el Ministerio de Agricultura sí que está permitiendo que lleguen recursos a Castilla-La Mancha, lo que ha provocado la lógica indignación por parte de los regantes alicantinos. En este contexto, el aprovechamiento de los recursos situados en los pantanos del norte de la provincia sería un auténtico balón de oxígeno.

El primero en llamar la atención sobre esta situación fue el Consorcio de Aguas de la Marina Baixa, que el mes pasado denunciaba que los pantanos de Guadalest y Amadorio, destinados al riego y al abastecimiento urbano, habían desembalsado 4,5 hectómetros cúbicos en el primer semestre por falta de capacidad. O lo que es lo mismo: entre enero y junio perdieron más de una sexta parte de sus reservas por carecer de espacio para acumular más litros de agua.

El director técnico del Consorcio, Jaime Berenguer, explica que después de pasar varios episodios de sequía, como el de 2011 en que la comarca recibió agua del pantano de Alarcón, o la del año pasado, en que los recursos llegaron de la desaladora, «nos encontramos con que ahora tenemos excedentes y no los podemos usar».

Además, con la llegada del mes de octubre «es más que probable que el pantano de Amadorio se vea obligado a soltar otro hectómetro» para cumplir con los resguardos que la Confederación Hidrográfica del Júcar obliga a aplicar en los pantanos en previsión de que se registren nuevas lluvias.

Berenguer, por un lado, señala que «llevamos mucho tiempo solicitando al Ministerio que corrija estos volúmenes de desembalse, porque están basados en estudios antiguos de cuando el desastre de la presa de Tous, y ahora hay medios para prevenir gotas frías en menos margen de tiempo y desembalsar los días antes de que se produzcan».

También vienen reclamando la necesidad de «construir balsas adicionales en el sistema, para poder retener los excedentes de agua y llevarlos de unos puntos a otros».

Por parte de los regantes, Ángel Urbina, presidente de la Sociedad Agraria de Información (SAT) y portavoz de la Junta Central de Usuarios del Vinalopó, lamenta que «llevemos seis meses sin parar de tirar agua al mar y no se adopten medidas».

Urbina se refirió a la conducción Rabasa-Fenollar-Amadorio, habilitada en su día para llevar agua a la Marina Baixa y, más en concreto, al entorno de Benidorm en situaciones de emergencia, bien a través del sistema de Canales del Taibilla o, más recientemente, por medio de la desaladora de Mutxamel. «Desde el principio estaba programado que dicha conducción también pudiera utilizarse en sentido inverso, lo que permitiría abastecer a la zona de Mutxamel y San Juan, por ejemplo, que en la actualidad usan recursos del Tajo-Segura. Pero no hay forma de que se instalen los sistemas de bombeo».

Por su parte, Antonio Rico, director del Instituto de Geografía de la Universidad de Alicante (UA), también resalta la necesidad de habilitar las infraestructuras que resulten necesarias para aprovechar estos recursos. Según explica, «los pantanos registran excedentes dos o tres años de cada diez, y evidentemente sería muy beneficioso poder aprovecharlos. En el caso del Amadorio y Guadalest, la construcción de dos o tres embales menores permitiría regular las épocas de abundancia y contar con unas reservas estratégicas».

El experto también se refiere a la conducción Rabasa-Fenollar-Amadorio, «que ya está hecha, y lo único que falta es instalar una estación de bombeo para permitir que los excedentes viajen hacia las comarcas del sur. Se trata de una actuación que está contemplada en el plan de cuenca del Júcar, y no entiendo la demora por parte del Ministerio».

Rico, de hecho, se muestra muy crítico con la Confederación Hidrográfica del Júcar, «que presta muy poca atención a los problemas de la provincia de Alicante, y sin embargo sí que se preocupa por lo que le sucede a Castilla-La Mancha y Valencia».

Respecto al pantano de Beniarrés, cuyas aguas se destinan al riego de la comarca valenciana de la Safor, Antonio Rico indica que el aprovechamiento es más complicado. «Aparte de que no existen infraestructuras, dudo mucho que València fuese igual de generosa que lo es Alicante a la hora de repartir sus recursos», lamenta.

El experto de la UA, por último, reclama a la Conselleria una mejora de la calidad de las aguas depuradas que se destinan al campo, «porque en la actualidad tienen mucha salinidad y perjudican a los cultivos. Eso se evitaría con sistemas terciarios avanzados, que no necesariamente tendrían que ser financiados por los agricultores, sino por el conjunto de la sociedad».

Por último, Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico y Físico de la propia UA, pide una «gestión sensata de las reservas de los pantanos para cuando vengan momentos de sequía», al tiempo que reclamaba a los políticos «un nuevo plan hidrológico sensato y realista que ponga de acuerdo a todas las partes y que no plantee medidas irrealizables, que lo único que generan son falsas expectativas y frustración».

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