Las Fiestas de Moros y Cristianos de Cocentaina llegaron ayer a su fin con una jornada en la que el estruendo de los arcabuces fue menos sonoro que otras ocasiones debido a la reducción de los kilos de pólvora disponibles. Los contestanos, además, rememoraron la quema de la vila Comtal en 1304 al finalizar la Embajada Mora en la plaza del Pla.

El estruendo de los arcabuces y el fuerte olor a pólvora marcaron ayer el final de las Fiestas de Moros y Cristianos de Cocentaina. Tal y como ha sucedido en otros municipios, las restricciones de un kilo de munición por festero han provocado una reducción significativa en la participación de los actos del Alardo. En concreto, la población ha contado con un 40% menos de pólvora, según confirmó el presidente de la Junta de Fiestas, Hipòlit Borrás.

Las tradicionales guerrillas de arcabucería a las faldas de la Sierra de Mariola dieron el pistoletazo de salida a la última jornada de los festejos patronales a las siete de la mañana. Este acto antiguamente se celebraba en un entorno natural privilegiado, pero ante el riesgo de incendios forestales la organización lo trasladó «a la última calle de la población, la más alta, la calle San Vicente», según explicó Borrás.

Tras un receso para desayunar en las sedes de las filaes, los festeros salieron a la calle para celebrar en la plaza del Pla la Estafeta y posterior Embajada Mora, declamada por Antonio Flores Barrull. El intento de acuerdo entre los diferentes bandos fracasó, dando lugar a la escenificación de la quema de Cocentaina ocurrida en 1304 y a partir de la cual se conoce a los vecinos de la localidad con el sobrenombre de «socarrats».

Acto seguido, dio inicio la tradicional batalla de arcabucería, la cual fue menos sonora que en otras ocasiones debido a la normativa que reduce la pólvora a un kilo por festero. En este sentido, el presidente de la Junta de Fiestas reconoció que se «ha notado» y recordó que es un tema que afecta a todos los municipios que celebran este tipo de festejos.

La lluvia sorprendió a los contestanos a mediodía, lo cual no afectó a ninguno de los actos programados. «Ha llovido cuando tocaba», aplaudió Hipòlit Borrás, quien se mostró contento. De hecho, la peculiar «Ambaixada de les Tomaques» que protagonizan las filaes Bequeteros y Cavallería Ministerial se celebró con total normalidad en torno a las dos.

El estruendo de los arcabuces y el fuerte olor a pólvora volvieron a impregnar las calles del centro de Cocentaina por la tarde, después de la Estafeta y la Embajada Cristiana, declamada, en esta ocasión, por David Pascual Bonet. La falta de entendimiento entre las tropas de la cruz y las huestes moras volvió a desencadenar una batalla que finalizó con la reconquista cristiana.

La trilogía festera, asimismo, finalizó con el acto de Acción de Gracias a los patrones del municipio en el Monasterio de la Mare de Déu del Miracle y, tal y como es habitual, el traslado de la imagen de San Hipólito «El Xicotet» a la parroquia de El Salvador, donde permanecerá todo el año. La comitiva estuvo formada por las filaes de cargo, los capitanes y abanderados de 2017, los mayorales y la Junta de Fiestas.

Hipòlit Borrás, asimismo, se mostró satisfecho en su primer año al frente de la entidad festera, asegurando que «todo ha ido con normalidad y sin incidentes destacados». Agradeció también el trabajo de la directiva, de las filaes y del Ayuntamiento e hizo hincapié en «lo bien que lo ha pasado la gente».