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Memorias del último «charlatán» de Benilloba

Ramón Pérez ha dedicado cuarenta años de su vida a recorrer el norte de la península vendiendo mantas.

Ramón Pérez «El Manco» mostrando su corneta. juani ruz

«Esto es lo mío». Así de claro tuvo a los 15 años que su oficio sería el de «charlatán». Ramón Pérez «El Manco» empezó con esa edad como ayudante de un vendedor de mantas, pero antes, con tan sólo 5 ó 6 años, «acompañaba a mi abuelo por los pueblos». Nacido en una familia humilde de Benilloba, en la que su padre se dedicaba a tejer y su madre a realizar arreglos de ropa, siempre tuvo muy claro que quería ganar dinero y ayudar todo lo que pudiera.

«Cuando vi cómo vendía el señor al que acompañaba me lo vi todo hecho, pensé que era muy fácil subir a la trasera del camión y hablar con los hombres y las mujeres». Por eso con 17 años tuvo la iniciativa de comprar «mi primer camioncete de gasolina, con él he viajado hasta Galicia». En aquella época, asegura «El Manco» que «si tenías ganas de trabajar, vendías barbaridades de mantas».

A sus 80 años conserva una memoria envidiable, recuerda cada pueblo, multitud de anécdotas y a gente que conoció durante su andadura por el norte de la península. Cuarenta años, la mitad de su vida, dedicada a un oficio desconocido para las nuevas generaciones, un trabajo que disfrutó y que todavía hoy recuerda con cariño.

Conserva todos los libros de cuentas, cajas y cajas de zapatos repletas de fotografías y postales y el mapa con el que se guió durante su vida laboral y en el que está marcado el circuito que realizaba, los pueblos que visitaba y los puntos en los que disponía de almacenes para guardar género, como Teruel y Segorbe.

Partía después de Navidad y sólo volvía a Benilloba en agosto, para las fiestas patronales. Una vez finalizados los actos, retomaba su camino hasta diciembre. Toda una vida en la carretera expuesto a las inclemencias del tiempo y ejerciendo, en muchas ocasiones, de mecánico. «Conocíamos todos los talleres y nosotros mismos reparábamos el camión..., si se pinchaba una rueda, pues le poníamos un parche y la volvíamos a hinchar».

«En verano -recuerda el "charlatán"- por la zona de Teruel, Cuenca y Guadalajara no había nadie, así que me subía a Galicia que había ferias todos los días». También reconoce que tuvo suerte, «era la época» y vendía en cada esquina que se ponía. Además de las mantas, llevaba «tonterías, cuchillas de afeitar, bobinas de hilo...» y a todo le daba salida. «Con veinte años me comía el mundo y más viendo el dinero que ganaba».

La picaresca también estaba presente en este oficio, pues cuando los domingos estaba prohibido trabajar, «El Manco» regalaba género a la Guardia Civil para poder entrar a los pueblos a vender, incluso «le daba alguna mantita al cura para que después del sermón animase a la gente a salir a comprar».

En Guadalajara conoció a Camilo José Cela y en Sigüenza a Félix Rodríguez de la Fuente, cuenta que en La Alcarria vendió lo que nadie puede imaginar y que en Molina de Aragón «pasábamos un frío terrible». En Calatayud compró la corneta con la que avisaba de su llegada a cada pueblo y hoy por hoy la lleva siempre encima y recorre las calles de su querida Benilloba subido a una silla de ruedas eléctrica, pues aunque retirado desde hace 20 años, su oficio lo lleva en la sangre y todavía «me encargan algunas cositas».

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