Las huestes de la media luna y el bando de la cruz realizaron ayer un primer intento de conquistar la ciudad manteniendo un diálogo con sus adversarios y llegando a un acuerdo. Sin embargo, las palabras no encajaron en el trato y se declararon la guerra.

La batalla dialéctica comenzó por la mañana en el momento en que el capitán de la Filà Almogávares, Luis Sanus, rompió la carta en la que Al-Azraq, el capitán Fidel Mestre (de la Filà Chano) le pidió la rendición. Ante este primer no, el jinete de la Filà Chano subió, con el caballo a toda velocidad por la calle San Nicolás, para informar a sus compañeros. Ante este resultado, el jefe de las huestes de la media luna decidió enviar a su embajador para tratar de conquistar con las palabras a los cristianos y poder realizar su entrada a la villa.

Los clarines y timbales anunciaron la presencia de la delegación moruna, encabezada por el embajador Juan Javier Gisbert y seguida por el sargento moro Daniel Méndez y los escoltas, que tuvo su primera parada en el Cantó Pinyó. «Fortuna favorable» fueron las dos primeras palabras de su declamación que, conforme iba avanzando, iba aumentando de tono hasta llegar al «forte» final cuando el embajador, harto de que los cristianos no cedieran, les declaró la guerra exclamando «¡Viva Al-Azraq! Tomemos el castillo».

Unas intensas palabras que el público las pudo seguir gracias a los libros de los diálogos de las embajadas que ha editado el alférez moro de la Filà Verds y que se repartieron ayer entre los espectadores.

La victoria de los moros llegó a mediodía, y tras un colofón con espadas, que les ayudó a conquistar la fortaleza. Un monumento, situado en el corazón de la plaza de España, que en seguida se tiñó de verde como símbolo de la ocupación de las huestes de la media luna. Un reinado que duró unas cuantas horas porque a primera hora de la tarde, los cristianos volvieron a la carga.

El capitán cristiano mandó a un componente de su guardia con un mensaje especial para Al-Azraq. El jinete, entre el numeroso público, se fue abriendo paso hasta la puerta del castillo donde entregó la misiva. En esta ocasión, tampoco fructificó el primer aviso al romper el mensaje el capitán moro y el festero almogàver, a la carrera, avisó a su compañeros.

El contraataque llegó con la Embajada Cristiana, que fue seguida por centenares de personas que abarrotaron la plaza de España. En la delegación del bando de la cruz participaron el sargento Javier Lerma, los escoltas y el embajador, Ricard Sanz, que declamó un brillante discurso con el que persuadir a sus adversarios y conseguir su rendición. Aunque llegase en son de paz, el resultado fue todo lo contrario y al grito de «Di a los tuyos: ¡armas, armas!», y que fue secundado por numerosos espectadores, se declaró, de nuevo, la guerra.

La lucha

La batalla de arcabuces por la calle San Nicolás y la avenida País Valencià-San Lorenzo por parte de las 28 filaes culminó con la lucha con las armas a cargo de los sargentos, embajadores, mossèn torregrosa y el primer tro de la Filà Verds, los alféreces y los capitanes. En la sesión de la mañana, los mandatarios de las huestes de la media luna salieron victoriosos mientras que por la tarde, los cristianos lograron derrotar a sus enemigos. Exultantes de alegría, volvieron a imponer la bandera de la cruz en lo más alto del castillo que preside la Bandeja.

El remate de la conquista por parte de los cristianos llegó con la Aparición de San Jorge entre las almenas de la fortaleza.