El Alardo acaparó ayer el protagonismo en el tercer y último día de las Fiestas de Moros y Cristianos de Alcoy, aunque lo hizo con menos decibelios que en años anteriores debido al descenso de participación registrado como consecuencia de la obligtoriedad de la licencia de armas de avancarga. Fueron en cualquier caso una batallas de arcabucería dignas, a la espera de que el próximo año, con más tiempo para adaptarse a la nueva normativa, se pueda incrementar la cantidad de pólvora.

Alcoy vivió ayer el tercer y último día de la Trilogía de las Fiestas de Moros y Cristianos, y lo hizo con el estruendo de los arcabuces y el olor a pólvora como elementos más destacados. Sin embargo, y tal y como ya había ido avanzando este diario, los enfrentamientos entre ambos bandos tuvieron en esta ocasión una intensidad menor, toda vez que la obligatoriedad para los festeros de obtener la licencia de armas de avancarga ha mermado la participación.

Tal y como se ha venido informando, al final fueron 2.300 festeros los que tomaron parte en el Alardo, después del esfuerzo realizado por la Asociación de San Jorge y las propias filaes para financiar los permisos. Aún así, el descenso en relación al año anterior ha sido de 400 participantes, lo que lógicamente tuvo su reflejo en la calle, con unas batallas dignas, pero de menos decibelios.

Además, y pese a que el Ministerio ha aprobado una nueva normativa de uso de la pólvora, el Casal decidió seguir acogiéndose a la anterior, que sólo permite el reparto de un kilo de explosivo por festero, debido a que no hubo tiempo suficiente para adaptarse a las exigencias, mucho más estrictas que las actuales.

Los dirigentes de la Asociación confían en que de cara al próximo año, con mucho más tiempo por delante y manteniendo conversaciones con los responsables de la Subdelegación del Gobierno, puedan adaptarse convenientemente al nuevo reglamento, con el objetivo de incrementar la participación y que se puedan repartir dos kilos de pólvora por festero, cantidad que se entiende necesaria para un Alardo como el de Alcoy, dividido en dos partes y de larga duración.

Cabe recordar que, entre otras cuestiones, la nueva normativa obliga a trasvasar la pólvora a las cantimploras en el mismo lugar de reparto, lo que provoca problemas de logística y también, se entiende, de seguridad.

En cualquier caso, ayer se asistió a un Alardo definido por los responsables del Casal como «digno», que tuvo su prámbulo a las ocho de la mañana con el acto del Contrabando, en que las filaes Andaluces y Labradores mantuvieron un humorístico enfrentamiento dialéctico que concluyó en escaramuzas con fuego de arcabucería.

El Alardo propiamente dicho arrancó alrededor de las once de la mañana, tras la Embajada Mora, en la que el representante de las huestes de la media luna no pudo disuadir a su homólogo cristiano de rendir el castillo.

El estruendo de los arcabuces invadió el ambiente, con el leve intermedio que supone el Encaro entre los capitanes y alféreces. Al final, los moros consumaron su propósito, haciéndose con la posesión de la plaza.

La situación se repetiría por la tarde pero a la inversa. En este caso, tras la Embajada Cristiana, se inició una nueva batalla de arcabucería, en que los cristianos, con la ayuda del patrón de la ciudad, San Jorge, recuperarían la fortaleza.

Después llegó el acto de la Aparición de Sant Jordiet sobre las almenas del castillo, cita ésta que, con el permiso de los posteriores Soparets, puso el punto y final a las Fiestas de Moros y Cristianos de este año.