La Entrada Mora sumergió a Alcoy en un cuento de las mil y una noches. Fue un espectáculo sublime el que las huestes de la media luna ofrecieron a un público más numeroso si cabe que el del desfile de la mañana. El capitán de la Filà Chano rememoró con su boato el retorno de Al -Azraq a las tierras de las que fue exiliado, mientras que el alférez de los Verdes desplegó exotismo y suntuosidad oriental por los cuatro costados.

La Filà Chano fue la encargada de abrir el desfile con su capitán, Fidel Mestre Moltó, al frente. El suyo fue un boato repleto de suntuosidad, sobrio, tranquilo. Como ya avisó en los días previos, si su hijo encarnó el año pasado en la alferecía al Al-Azraq joven, guerrero, luchador, en esta ocasión él representaba al Al-Azraq mayor, calmado, con experiencia, que regresa a Alcoy desde su exilio en Granada.

Y la verdad es que la propuesta no decepcionó nada en absoluto, sino todo lo contrario. El exotismo estuvo presente en toda la comitiva, que destacó también por el protagonismo musical, con composiciones clásicas de todo el gran público conocidas.

Bajo un diseño de Jordi Sellés, el boato arrancó con un ballet con carroza que simulaba las aguas de un surtidor. Otra coreografía con plumones abría el paso a la carroza de la familia del capitán, con el que fue el alferez del año anterior en todo lo alto.

Y justo en ese instante hizo acto de aparición el caudillo de las huestes de la media luna, en lo alto de un carromato tirado por cuatro bellos corceles. El suyo era un traje como el resto del boato, sobrio, con los colores que ditinguen a la filà, capa granate y un hermoso turbante marfil.

Un ballet en el que participaba un caballo abría el camino a la escuadra especial, encargada de cerrar la comitiva, de bella estampa africana y en la que destacaba por encima de todo el enorme remate con plumas.

Después llegó el turno de la Filà Domingo Miques antes de que irrumpiesen en escena los Judíos, que están conmemorando su 200 aniversario. Con tal motivo lucieron una escuadra especial, recordando sus orígenes bajo la denominación de Sultanes. La efeméride, además, contó con un protagonista de excepción, el Hijo Predilecto de Alcoy, Camilo Sesto, judío en sus años jóvenes, que siguió el paso de la filà desde delante de la tribuna de autoridades. En su homenaje, la escuadra desfiló a los acordes de «Amor, amar», marcha mora inspirada en un conocido tema del cantante.

Tras la Llana y los Benimerines, llegó otro momento de emotividad cuando los Berberiscos, a su paso por el Ayuntamiento, rindieron homenaje al recientemente fallecido León Grau, interpretando «Lawrence de Arabia», con la que el empresario hizo el capitán.

Y casi sin solución de continuidad, los Realistas, que ostentaban la escuadra del Mig. También de clara estética africana, con llamativas pieles y unos enormes penachos de plumas blancas que entusiasmaron por completo al público.

Desfilaron a continuación Marrakesch, Abencerrajes, Mudéjares, Ligeros, Cordón y Magenta antes de la llegada del brillante colofón final, de la mano del alférez de los Verdes, José Jaime Bernabeu Verdú. Con un diseño de Antonio Aracil, el boato respiró suntuosidad y exotismo por los cuatro costados. Destacaron los numerosos ballets con sus coloridos trajes, así como la figura del propio alférez, a bordo de una carroza que simulaba un patio de la Alhambra de Granada y con un traje en el que destacaba la llamativa capa verde. Cerraba la Entrada una original escuadra especial