Alcoy viajó en la mañana de ayer a los lejanos tiempos del medievo con una brillante Entrada Cristiana. El capitán de los Almogávares sorprendió con un impresionante boato de clara estética guerrera, mientras que el alférez de los Navarros, con uina comitiva numerosísima, transportó al público a las más arraigadas tradiciones de la comunidad foral. Todo ello ante el numeroso público que abarrotaba por completo las calles del recorrido, en un día frío que era mitigado, eso sí, por un sol radiante.

La Entrada Cristiana tuvo un inicio espectacular con el impresionante boato del capitán de los Almogávares, Luis Sanus Pastor. Fue la suya una comitiva intensamente guerrera, en la que la simbología almogávar estuvo presente en todo momento. También los ballets tuvieron mucho protagonismo, y la primera evidencia de ello fue una danza de arqueras que con sus movimientos lograban formar la silueta de una flecha. A renglón seguido, otra coreografía en la que destacaba la presencia de una carroza cuya principal figura simbolizaba al rey Jaime I rodeado de murciélagos.

A continuación, un grupo de jinetes luciendo estandartes y dando paso a la carroza de las damas y la favorita, ataviada con un llamativo traje de arquera.

Uno de los momentos cumbres del boato almogávar fue la presencia de la Muixeranga d'Algemesí, que logró arrancar los calurosos aplausos del público con unas torres humanas de vértigo que situaba los corazones de los presentes en un puño.

Con todo, el instante más esperado fue la aparición del capitán, Luis Sanus Pastor, en lo alto de una carroza y escoltado por sus caballeros. El suyo fue un traje, como el resto del boato, de estética guerrera y un cierto aire montañés. Resaltaba una coraza formada en cuero sobre el fondo azul de la túnica. La capa, también azul pero mucho más intenso y con los escudos de las filaes cristianas y de los estandartes almogávares. Como fondo musical, la marcha cristiana Rictus, compuesta para la ocasión por Àngel Lluís Ferrando. Cabe reseñar, asimismo, que el conjunto del boato fue diseñado por el propioi capitán, con lo que todo llevaba su sello personal.

Como manda la tradición, el comandante de las tropas de la cruz recibió las llaves de la ciudad de manos de un niño alcodiano, el cual fue alzado hasta la carroza con los escudos que, a modo de escalera, sostenían seis soldados.

El broche a la comitiva almogávar lo puso la escuadra especial, en la que destacaban los numerosos motivos en hueso.

La Entrada Cristiana fue transcurriendo a continuación a buen ritmo con el paso de Mozárabes, Vascos, Guzmanes, Labradores, Cides y Asturianos, antes de la llegada de los Andaluces, que portaban la escuadra del Mig. Destacó por la profusión de cueros y de un original casco en bronce y plata.

Tras el paso de Aragonesos, Alcodianos, Cruzados, Muntanyesos y Tomasinas, le tocó cerrar la Entrada al alférez de los Navarros, Gabriel Barrachina Pastor. El boato transportó a todos los presentes a las más arraigadas y profundas costumbres de la comunidad foral, con bosques frondosos, antiguos guerreros, el camino de Santiago, monjes, peregrinos, brujas y seres mitológicos como protagonistas.

La comitiva, diseñada por michel Abiétar, fue enormemente numerosa aunque compacta. Destacó un original ballet que simbolizaba a una bruja en la hoguera, y la presencia de la favorita y la rodella a lomos de un dragón. También los caballeros, sobre un impresionante ariete con el cráneo de una cabra montés.

El alférez apareció junto al rodella en una carroza tirada por bueyes que simulaba un enorme cuerno. El traje, con túnica marfil, capa de piel y casco en bronce y oro. Remató la Entrada la escuadra especial, en la que destacaron los metales color cobre.