La explosión demográfica que vive Alcoy a mediados de 1830 se traduce en una plaza de San Agustín, la actual Plaza de España, abarrotada de mercolins que cada día de mercado extienden sus géneros sobre las humildes esteras. La plaza era un trasiego interminable de gentes y voces, a la compra de los productos para la subsistencia diaria. En los días de calor, los vendedores cubrían sus modestos puestos con parasoles de esparto.

Al entrar en la década de 1880, Alcoy se convertirá, con sus más de 30.000 habitantes, en la segunda urbe más poblada de toda la región valenciana, superando a la capital provincial. La demanda de sitios de mercado era tan alta que el ayuntamiento se vio obligado a reorganizar las paradas, que desbordaban ya la plaza de España y se extendían por las calles contiguas. El consistorio aprobó ampliar los puestos de mercado a las calles de San Francisco, San Juan y Santo Tomás y las plazuelas del Carmen, Carbó, Les Eres y Terrer.

El crack bursátil de 1929, con el cierre de industrias y la extensión del paro obrero, forzó a muchos trabajadores, para poder sobrevivir, a dedicarse a la venta ambulante, por lo que durante los años 30 Alcoy vivió un auténtico boom de venta callejera, especialmente de dulces, frutos secos, churros y buñuelos.

El boom demográfico y la consolidación de una incipiente burguesía facilitaron la implantación de unos comercios cuyos productos requerían una mayor especialización y una clientela atenta a la moda de Londres y París. Estos negocios se establecieron en unas pocas calles, convertidas en polo de atracción para buena parte de pueblos de la comarca, que se sentían fascinados por los reclamos de los mejores productos nacionales y extranjeros. Esta red comercial se concentró entre la desaparecida plazuela del Carmen, frente al Teatro Principal, y las calles de Sant Nicolau, Sant Llorenç, Mossén Torregrossa, L'Escola y Sant Francesc, una auténtica «Milla de oro».

La mayoría de estos comerciantes procedían de poblaciones vecinas, pero también había extranjeros, que se instalaban en los hostales de forma temporal durante las fiestas de San Jorge, aunque en algunas ocasiones acabaron estableciéndose en Alcoy, como el fue caso de los fundadores de Tejidos La Francesa.

Esta «milla de oro» se fue poblando de comercios míticos como «El Bazar Valenciano», «La Columna de San Jorge», «Ultramarinos San Antonio», «Tejidos La Sultana», «Casa Chordi», la «Ferretería El Toro», la «Droguería El Moro», la «Farmacia Central», la zapatería «La Pajarita», el bazar «San Jorge», «La Onza de Oro», el hotel-restaurant «Petit Lhardy», «La Fuente del Oro», la ferretería «La Campana», «La Isla de Cuba», el comercio de música de José Seva (primo hermano del pintor Fernando Cabrera); la joyería Perlasia, la relojería Cremades, la tahona «La Espiga de Oro» y «El Globo», la tienda por excelencia de los niños.

Las añejas abacerías dieron paso a los modernos ultramarinos, verdaderos templos de las delicatessen de la época. Sus exquisitos productos eran incontables: embutidos, conservas de carnes y pescados, quesos, vinos y licores, café tostado en el propio establecimiento, su propia envasadora de vino y caviar a granel.

Y qué decir de las confiterías y chocolaterías, con una producción extraordinaria. En 1878 la prensa local informaba que elaboraban toneladas de peladillas, turrones, frutas confitadas, pastas y repostería, buena parte de ellas exportadas a Cuba y Filipinas, todavía españolas.

Tiempos pasados en que Alcoy fue el centro comercial por excelencia entre Alicante y Valencia, y cuyo esplendor puede rememorarse en este libro, primera parte de un proyecto sobre la historia completa del comercio local.

P. d. el libro «Del globo al avión» de Josep Lluís Santonja y Ricardo Canalejas se presentó el pasado jueves en el Círculo Industrial de Alcoy. El periodista Dani Moltó actuó como mantenedor.