La cosecha de cerezas en la provincia de Alicante se ha corroborado desastrosa, como anticipó este diario el pasado 22 de junio, pero finalmente el pago de algo más de 1,5 millones de euros en seguros ha aliviado en parte el desastre, cualificado por el sector en total en unos 8 millones de euros. La mayor parte de las indemnizaciones del Ministerio de Agricultura, a través de Agroseguro, han sido gestionadas por Asaja, según informó ayer el colectivo de Jóvenes Agricultores.

Desde Asaja se admite que, al final de la campaña de recogida, se refrenda que «ha sido una cosecha atípica, principalmente para las Montañas de Alicante, que engloban las zonas de Alcoy, Vall de Gallinera, Vall d'Alcalà y Planes, puesto que ha estado marcada por una drástica reducción del 50% con respecto a 2015, debido a la falta de cuaje que sufrió el fruto como resultado de la sequía y condiciones meteorológicas adversas durante el final del invierno y primavera. Por variedades, las más afectadas fueron las tempranas, que son las que mejor precio suelen lograr en los mercados».

Este nivel de cosecha «tan por debajo de lo normal», ha propiciado que, de manera excepcional, el fruto haya llegado a tener un valor en el campo de entre los 2,50 y 3 euros el kilo.

En el caso de Villena, señala Asaja, «sí que se ha logrado mantener una producción estable, por lo que los agricultores la califican como satisfactoria, ya que a pesar de que las variedades tempranas registraron mermas, las medias y tardías obtuvieron un elevado número de kilos y un precio de alrededor de tres euros el kilo en origen».

Al final del proceso y una vez concluida la recolección, se ha podido hacer balance también del impacto de los seguros, gracias a la actuación del Ministerio de Agricultora. En este sentido, Asaja señala que el departamento de seguros ha tramitado alrededor del 80% de las indemnizaciones que han percibido los agricultores, lo que supone en torno a 1,3 millones de euros. Esto implica que el total de las compensaciones percibidas oscila alrededor de los 1.560.000 euros.

La cifra, lejada a la de las pérdidas cuantificadas en su conjunto, que se estiman en torno a los 8 millones, implican un balón de oxígeno para los agricultores, tras un año en que las lluvias han brillado de forma casi absoluta por su ausencia.

Hay que significar que, paradójicamente, la falta de lluvias tras la floración ha facilitado que la cosecha haya podido alcanzar al final cierto nivel de producción, en contra de lo que, por ejemplo, ocurrió el año pasado en que se registraron precipitaciones en momentos inoportunos que acabaron estropeando una campaña que se presentaba más que interesante.