La prolongación de la contrata mucho más allá de lo previsto en origen está teniendo efectos negativos sobre el servicio, que se notan desde hace tiempo y que se dejan sentir de manera muy especial en los contenedores de basuras y en los camiones.
La gran novedad de la contrata consistió en la sustitución de la sempiterna bolsa de la basura a la puerta por los contenedores para el reciclaje, que se convirtieron en elementos del paisaje urbano a partir de 2000. Precisamente, fue un contrato que tuvo como principal adalid a Lluís Torró, que era en concejal delegado en aquellos tiempos.
Posteriormente, el gobierno del PP de Miguel Peralta y Jorge Sedano protagonizó una campaña de enterramiento de contenedores en diferentes puntos de la ciudad, con el fin de mejorar la estética y la salubridad. Este programa, sin embargo, suscitó problemas inesperados, sobre todo en el mantenimiento: muy costoso y con averías continuas. Por ello, se dejó de lado y los gobiernos posteriores de Antonio Francés desistieron de nuevas iniciativas y se limitaron a asumir las facturas de las reparaciones.
Con el paso del tiempo, los contenedores de superficie se degradaron hasta que la situación ha llegado a ser verdaderamente difícil. Hace años que hay contenedores que son pura ruina, que el Ayuntamiento y la concesionaria, como ha indicado en ocasiones Jordi Martínez, reparan o sustituyen como pueden. La realidad es que hace años que este modelo no se fabrica y es complicado encontrar alguno; a veces el mercado de segunda mano da una sorpresa.
Y luego están los camiones. Los vehículos no sólo tenían que haber renovados con la nueva contrata, sino que, como propina, el cierre de la planta de transferencia ha obligado a que tengan que viajar a la planta de Xixona para descargar, lo que ha acrecentado en los últimos años el kilometraje. Evidentemente, su renovación será inmediata en el momento en que pueda formalizarse la nueva.