Tras el espectáculo brindado por los defensores de la cruz, las huestes de la media luna no les podían ir a la zaga. Y a fe que no defraudaron, porque la Entrada Mora fue un espectáculo desde el inicio hasta el final. El boato del capitán de la Filà Domingo Miques estuvo marcado por su inspiración granadina, mientras que el alférez de los Chanos ofreció una colorida comitiva de estética exótica y africana.

El boato del capitán moro de la Filà Domingo Miques, Pedro Luis González, emulaba el regreso de Al-Azraq desde su exilio granadino a estas tierras para enfrentarse a las tropas cristianas. El caos del Partidor se hizo de repente orden como por arte de magia, y a renglón seguido irrumpió en escena una frenética danza alrededor de una «sargantana», símbolo de los Miqueros que ya estaría presente a lo largo de todo el desfile.

Precisamente, uno de los elementos más destacados del boato fue la gran cantidad y variedad de ballets, que se sucedían uno tras otro en un festival repleto de plasticidad que transportaba a las tierras de Al-Andalus. Desde la sensualidad de las bailarinas árabes a intensas coreografías mixtas, siempre con un fondo musical contínuo, merced a las numerosas bandas y grupos tradicionales que tomaron parte en el desfile. Destacó una carroza que simulaba un surtidor, sobre el que un grupo de bailarinas se contorneaba adoptando formas imposibles.

El capitán apareció en lo alto de una exótica carroza junto al rodella y dos escoltas. El suyo era un elegante traje de túnica blanca y capa en azul, los mismos colores que teñían su turbante. De fondo, la imagen de la Alhambra de Granada, componiendo una imagen repleta de serenidad.

A continuación irrumpió en escena la carroza de la favorita, que representaba el patio de los Arrayanes con la Torre de Comares. También el suyo era un traje en el que el azul era la tonalidad predominante.

La escuadra especial de los Miqueros fue excepcional. Sus integrantes se asemejaban a sultanes, merced a un traje en el que predominaban las colores granate y salmón con detalles en oro, y un enorme turbante rematando la estampa.

Cerraba la comitiva la escuadra de la filà, que contaba con la presencia del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, desfilando hombro con hombro con el alcalde de la ciudad, Antonio Francés.

La Entrada fue transcurriendo con normalidad y con la presencia ocasional de una ligera lluvia que, si bien propició que los espectadores abrieran los paraguas en momentos puntuales, no afectó para nada a la continuidad del desfile.

La llegada de la Filà Marrakesch constituyó otro momento importante por partida doble: por la escuadra especial del «mig» y también por la escuadra femenina, que junto a la de los Vascos de por la mañana, se convirtió en las primera en desfilar en la historia de las Entradas de Alcoy.

Las mujeres fueron aplaudidas a rabiar por parte del público, al igual que la escuadra especial, sumamente elegante y con los colores granates del chaleco de la filà como elemento destacado. También brillaban con luz propia los motivos dorados del pecho y la hermosa capa con tonalidades marfil.

El alférez de la Filà Chano, Fidel Mestre, arrancó con dos ballets, una danza de los velos y otra de máscaras, que sirvieron para levantar al público de sus asientos. Él apareció sobre las tres enormes estrellas que configuraban su vistosa carroza, con un traje en el que predominaban las telas en ocre, el peto de cuero y el turbante marfil. La escuadra especial se hizo esperar a su llegada a la plaza de España, aunque dicha espera mereció la pena por por su cautivante estética africana.