100.000 m3 de tierras configuraron la vaguada de Alcoy a mediados de los años ochenta, una infraestructura necesaria para duplicar la travesía de la N-340 a su paso por la ciudad, permitiendo el enlace entre la Zona Norte y el Ensanche. «Era provisional, porque la variante tenía que estar lista en dos años, pero tardó quince», según explica el alcalde Antonio Francés. Entre todo esto, a principios del verano de 1996, las bóvedas sobre el río Benisaidó situadas en la base se agrietaron, lo que obligó al Ministerio de Fomento a intervenir de urgencia, colocando un millar de puntales de acero y cemento para garantizar su estabilidad.

Transcurridos prácticamente veinte años, «la vaguada no se mueve. Hay un control permanente y está estabilizada, por lo que no es necesario intervenir de urgencia», subraya el alcalde, a raíz de un reciente planteamiento del grupo de Ciudadanos en el pleno municipal.

La vaguada, pues, se construyó para dos años -coincidiendo con el puente Fernando Reig-, lleva ya treinta... y continuará porque los planes para reemplazarla por un puente no van a cuajar a corto plazo. «Nos encontramos con el mismo problema que con la calle Entenza, cual es que Fomento no reconoce la construcción como parte de la variante de la N-340, por lo que descarta asumirla o compensar por su mantenimiento», agregó.

De hecho, fue el antiguo Ministerio de Obras Públicas y Transportes la administración que financió el proyecto y que, más tarde, se tuvo que ocupar del mantenimiento, incluyendo la reparación de socavones que se producían por causa de asentamientos. Además, como explicó en su día el alcalde José Sanus, el proyecto original contempló la construcción de un puente sobre el Benisaidó, pero la presencia de las propias bóvedas de encauzamiento impedía la colocación de una pilastra.

Con el fin de acabar con la provisionalidad, a finales de 1998 el Ayuntamiento pagó 18 millones de pesetas al arquitecto Javier Manterola por un proyecto de puente sobre el Benisaidó, que sustituiría la vaguada, cuyo relleno de tierras sería retirado. El plan contemplaba un viaducto de 200 metros, con un tablero colgante de 132 metros recubierto por una celosía metálica transparente que costaría 929 millones de pesetas. Una vez aprobado, fue presentado a la Demarcación de Carreteras, con la previsión de que a mediados de 1999 se iniciase la construcción y en 2000 estuviese operativo... Nunca más se supo.

El proyecto se perdió, como tantos otros de la época, entre las cuitas políticas o las prioridades y hasta hoy. Ya José Sanus en diciembre del 98 señalaba que «la situación de la bóveda aconseja una intervención no de emergencia, pero sí ágil, cuanto antes, algo de lo que es consciente Carreteras». Sin embargo, la vaguada ha seguido y seguirá, a la vista de la falta de reconocimiento por parte de Fomento. El alcalde significa que los controles permanentes persistirán y que el Ayuntamiento seguirá batallando con el ministerio para conseguir una solución definitiva.