Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El primer exilio en Alcoy

La capitulación de la ciudad ante las tropas borbónicas en 1709 originó el primer destierro político

La derrota de Almansa un 25 de abril de 1707 fue el principio del fin de casi cinco siglos del particular régimen foral del Reino de Valencia. La victoria del bando borbónico se saldó para los partidarios valencianos del archiduque Carlos de Austria con dolor y miseria porque, como perdedores, tuvieron que abandonar sus hogares y sus bienes, confiscados o malvendidos con urgencia, para iniciar, alejados de sus parientes y amigos, una nueva vida en otros lugares. Mientras duró la guerra en territorio peninsular, la mayoría de los valencianos desterrados y sus familias se asentaron en Barcelona. Los cálculos que manejan historiadores como José Luis Cervera y Virginia León son superiores a los 2.000 desplazados.

Cuando la ciudad de Barcelona decidió continuar su lucha contra Felipe V a principios de julio de 1713, los valencianos tuvieron un papel destacado en su defensa. Se incorporaron a diferentes regimientos que se formaron entonces, como el regimiento significativamente llamado de «La Mare de Déu dels Desemparats». Muchos valencianos perecieron en la carnicería de la defensa de la capital catalana. Los que sobrevivieron fueron expulsados poco después de tierras peninsulares. El emperador Carlos de Habsburgo, que jamás renunció a la Corona de España y siempre se consideró el legítimo sucesor de Carlos II, protegió de forma decidida a los austracistas que le siguieron. En 1713 constituyó en Viena el Consejo Supremo de España, integrado en su mayoría por ministros y oficiales españoles. La mayoría de los exiliados consiguieron un destino o una pensión para poder sobrevivir.

El exilio alcoyano

El 9 de enero de 1709 la guarnición de Alcoy, comandada por el sargento mayor inglés Dorck, capitulaba ante las tropas borbónicas. La ocupación quedó en manos del coronel Pedro Corbí, quien ya había dado muestras anteriores de su crudeza represora. El verdugo traído a Alcoy ejerció aquí durante seis largos y terribles meses. La mayor parte de los «miquelet» o partisanos capturados fueron ejecutados. Entre ellos, el más destacado fue el capitán Francesc Perera. Numerosos dirigentes austracistas locales marcharon a Cataluña: el gobernador de la plaza Nofre Cantó y su hijo, el teniente Lluís Cantó, los hermanos Francesc y Tomàs Guerau, Llorenç Almúnia, Andreu Bonanat, Baltasar Carbonell, Felip Doménech, Gaspar Margarit y los hermanos Gaspar y Pau Giner. De todos ellos sólo hemos podido seguir las huellas de Lluís Cantó.

Lluís Cantó se enroló en diversos regimientos de caballería al servicio del archiduque Carlos en las campañas de Aragón, Cataluña y Baleares. Tras la caída de Barcelona en 1714, Cantó se refugió en Nápoles y en 1716 pasó a Viena, donde obtuvo el grado de teniente coronel de caballería y el cargo de gobernador de las islas de Lipari, cerca de Sicilia. Murió en 1745 y fue enterrado, con grandes solemnidades al recibir el tratamiento de conde del Gran Imperio, en la catedral de S. Esteban de Viena.

Pero la saga de los Cantó no se extinguía aquí. Su hijo Joseph Franz Graf von Cantó de Irles nació en la misma Viena el 29 de marzo de 1726. Siguiendo los pasos de su padre y de su abuelo, Joseph ingresó en 1745 en el Ejército Imperial como alférez. Participó en la Guerra de los Siete Años, en las batallas de Praga (6 de mayo de 1757), y en la de Breslau (22 de noviembre de 1757). En 1758 ascendió al grado de capitán y en 1762 fue distinguido en combate en Teplice (actual República Checa). Un año después, Joseph se casó con Sophie Charlotte Friederike, hija del conde Zinzendorf, perteneciente a una de las familias nobiliarias más poderosas e influyentes del Imperio Germánico. Una década más tarde, en 1773, Cantó consiguió el grado de teniente coronel y el mando de un batallón de granaderos. Con estas tropas participó en las diversas guerras que el Imperio mantuvo en el centro de Europa, como la de Baviera (1778-1779) o contra el Imperio Turco. En esta guerra ascendió al grado de coronel y, poco después, en las campañas de Ucrania y Polonia el emperador le concedió distinciones superiores en el escalafón del Ejército Imperial.

Cuando las monarquías europeas decretaron la guerra a la Convención francesa, Cantó fue enviado a las posesiones que el Imperio Habsburgo tenía en Italia. Allí recibió el grado de teniente general y el mando de la plaza militar de Mantua. Al frente de esta fortaleza, Joseph Franz Cantó de Irles entraría en la historia militar al enfrentarse con el general (y futuro emperador) Napoleón Bonaparte. La defensa casi heroica de la plaza de Mantua dirigida por el alcoyano Cantó fue recogida por la mayor parte de los biógrafos de Napoleón, como, por ejemplo, el famoso escritor Walter Scott, en su «Life of the Napoleon Buonaparte, emperor of the french» (1828). Diversos boletines y noticias coetáneos que se publicaron en Europa también difundieron la heroica acción militar del conde alcoyano.

Cantó había resistido el asedio de las tropas napoleónicas y había mantenido Mantua para el Imperio. En recompensa a sus méritos, el emperador le otorgó la mayor distinción militar del Imperio, la Cruz de Caballero de la Orden Militar de María Teresa. La defensa de Mantua, sin embargo, había agotado las fuerzas físicas del anciano militar. Aunque Cantó permaneció en la plaza unos meses más, finalmente capituló ante una nueva ofensiva francesa. Los franceses le permitieron salir de Mantua acompañado de su guardia y volver a Viena con honores militares. El conde Cantó, completamente agotado, pidió al emperador la licencia para abandonar el Ejército Imperial y se retiró en Croacia donde, unas semanas después, murió.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats