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Neveras para toda la vida

Paco Agudo y Georgina Gironés llenaron la comarca de electrodomésticos cobrando «a la ralla»

Neveras para toda la vida

El otro día, en casa, la nevera dijo «basta». Aún teníamos la ficha técnica: comprada el 27 de julio del 89, en Agudo. Supongo que sería en la tienda de San Lorenzo, pero para mí, al igual que para infinidad de alcoyanos y vecinos de las comarcas de l'Alcoià, El Comtat y la Foia -y quizá más allá-, Agudo es igual a Sant Nicolauet, como también lo es para la Diana o las Entradas de Moros y Cristianos. Porque «Agudo» marcó una época y un estilo, inundando la ciudad y la comarca de neveras, televisores, catalíticas, de marcas que todos tenemos en la memoria («Y eeesss una Crolls», por recordar la casa del frigorífico).

Y cobrando «a la ralla», prestando sin avales, sólo con un simbólico más que real apretón de manos. «Y nos pagaban, incluso los que menos podrías esperarlo; los morosos llegarían más tarde, cuando el negocio se hizo más grande. ¡Si nos pagaran todo lo que nos deben, nos iríamos a la playa toda la vida!», ha recordado días Georgina Gironés, viuda de Paco Agudo (que falleció hace tres años) y verdadera artífice del negocio.

Agudo era maestro y «como no tenía plaza se empleó com controlador en Vicente Miró, la metalúrgica», cuyo edificio señorial agoniza hoy en día, como tantas otras fábricas, entre las calles Quevedo y Santa Rosa. Entre tanto, Georgina a partir de 1960 puso en marcha en su casa un negocio coches de bebé y cunas, «pero un día vino Jorge Olcina, que era amigo nuestro, y me propuso poner a la venta "foguerets" (quemadores), pero me resistía porque no tenía sitio. Al final acepté y luego llegó una cocina, más tarde una estufa... y al final nos tuvimos que ir porque los vecinos se quejaron del tránsito permanente de la gente por la escalera».

Así, en 1964 nacía Electrodomésticos Agudo en Sant Nicolauet, al que luego seguirían tres tiendas más en Alcoy y otra en Muro. Por aquel entonces había otras casas, como Jordá en Santo Tomás, Radio Vitoria o Benavent, pero «Agudo» dio la campanada. «Hacíamos descuentos y además éramos de familias conocidas; mi madre trabajaba en Papeleras», lo que hizo que la clientela afluyera de forma importante. Y se fiaba y todo el mundo pagaba «a la ralla», a razón de «50 pesetas a la semana. Todos pagaban, hasta los que menos podrías esperártelo. Los morosos vinieron después».

Así, los hogares se llenaron de la «primera» catalífica, nevera, cocina o televisión, pequeña y en blanco y negro, en una época en que los electrodomésticos eran «para toda la vida».

Es una época pasada y ahora se vende especialmente por internet y en grandes superficies, mientras el pequeño comercio lucha por sobrevivir. «No me gustan los hipermercados ni los modos de atender actuales; prefiero las pequeñas tiendas», afirma Georgina Gironés.

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