Con el sonido de la dolçaina y el tabalet, acompañados por el repicar de campanas y los aplausos del público, Callosa entraba oficialmente en fiestas. Era el sonido de estos instrumentos tradicionales los que ponían «la piel de gallina» a los festeros que llenaban la plaza. «Aquí se ha conservado la tradición de la chirimita por familias como los Boronat o los Ximarros», recordaba el alcalde. Precisamente en esta cita participaron algunos de sus descendientes. «Me ha gustado mucho que intervinieran los Ximarros, la Colla Algar, la Colla Pinyol y la familia Boronat», destacaba entre el murmullo de los festeros.

En esta línea, Enric Morera recordó que «cuando en nuestro país no quedaban chirimiteros, un dolçainer de Callosa rescató la tradición. En los años 70, en la fiesta de «la Mare de Déu de la Salut» de Algemesí -Patrimonio Inmaterial de la Humanidad- se encontraron sin chirimiteros y llamaron al único que quedaba que era de aquí de Callosa, el señor Boronat», dijo.