La Entrada Cristiana fue todo un espectáculo desde el principio hasta el final, que entusiasmó al numeroso público que abarrotaba todas las calles del recorrido. El desfile combinó el multitudinario boato repleto de musicalidad del capitán de los Vascos con la marcialidad y dinamismo del alférez de los Mozárabes. Un acto de espíritu guerrero, que hizo retroceder a Alcoy a los lejanos tiempos del medievo.

Abría la Entrada Cristiana el capitán de la Filà Vascos, Eduardo Tormo Matarredona, que brindaba al público un boato excepcional, caracterizado por la elevadísima participación y por la profusión musical. Nada menos que cinco bandas y seis grupos instrumentales acompañaban una comitiva que arrancaba con la representación de una lucha a las puertas del castillo entre moros y cristianos. Después llegaban los artesanos, con dos carrozas con telares y talleres de fragua y cerámica, así como los ganaderos, con rebaños de cabras y ocas. A renglón seguido, el primero de los ballets, a cargo de Ana Botella, en el que destacaba una enorme jarra viviente que participaba en la coreografía con mujeres y hombres en difíciles contorsiones.

La segunda parte del boato era un homenaje a los distintos reinos que compartían la península en el medievo, con presencia de los pueblos árabe, de Castilla-León, Asturias, Navarra y Aragón. Todo ello rematado por el ballet infantil también de Ana Botella. Llegaban a continuación los caballeros y damas a caballo, con preciosos trajes cortados por el mismo patrón pero de distintos colores.

Un llamativo preámbulo para la figura del capitán, que aparecía en lo alto de una carroza que simulaba una larga escalinata, compartiendo espacio con su familia a los acordes de la marcha cristiana Aleluya, del inmortal compositor Amando Blanquer. La elegante vestimenta del comandante de los defensores de la cruz estaba configurada por una túnica azul marino con una cruz en plata, y capa también azul oscuro. Todo ello rematado por un casco, mitad corona, en oro pálido. El momento más emotivo se vivió a la llegada a la plaza de España, cuando toda la familia del capitán recibió al unísono las llaves de la ciudad mientras la banda interpretaba el Himno de Fiestas.

Una bella estampa que daba paso a la espectacular escuadra especial, con los inconfundibles colores marfil y los correajes de los Vascos, un enorme casco rematado en penacho y capa en beig. Sorprendió igualmente el acompañamiento de la Unión Musical y las Voces Blancas de Alcoy.

La Entrada Cristiana vivió otro momento especial al paso de la escuadra del «mig», a cargo de los Alcodianos. Fue el suyo un traje muy llamativo, con coraza y casco en oro viejo y una impresionante capa con la «senyera» y el escudo de Alcoy.

El colofón lo puso el alférez de los Mozárabes, Ignacio Herrero Matarredona, de mayor marcialidad que el capitán, pero repleto también de dinamismo y colorido. Destacaron los ballets: primero el de Gawazi, que simulaba una danza de caballos, y también el de Ana Botella, que repetía con una original composición de estatuas y enredaderas.

Fue el anuncio del alférez, que apareció junto a su dama y el rodella en lo alto de una bella carroza en la que destacaban tres leones y la efigie de un caballero. Traje granate con detalles en plata y una capa en negro y piel. Una estampa muy similar a la de la escuadra especial, con reminiscencias árabes por su turbante.