Desde abril de 1984, el tren está en vilo, aunque en realidad ha estado «desaparecido» muchos años. Por entonces, el Gobierno central acordó y clausuró numerosas líneas en toda España, catalogadas como altamente deficitarias; esto es, cuyos ingresos no cubrían al menos el 25% de los gastos. La fatídica lista, que promovió la Comisión Delegada para Asuntos Económicos, dirigida por el entonces vicepresidente Alfonso Guerra, incluyó el tren Xàtiva-Alcoy.
La intervención de Joan Lerma, presionado por los alcaldes, acabó evitando la clausura, al asumir la Generalitat todo el déficit, pero con un matiz: para Renfe y el MOPU (actual Fomento), la conexión ferroviaria había dejado de existir. Así, empezó a vegetar, deteriorándose día a día, una situación que se convirtió en insoportable tras el incendio de Mariola que quemó las vías, lo que la puso otra vez al borde del cierre.
Uno tras otro, los plazos se han ido soslayando, pero sin que haya llegado mejora alguna importante, a pesar del pacto Camps-Blanco firmado en 2010. Los sucesivos gobiernos y ministros, acabando con Ana Pastor, han ido prorrogando la situación, sin procurar una modernización del ferrocarril que se ha anunciado y presupuestado muchas veces.
