Más o menos, fue como se esperaba: igual que siempre, pero más corto. El Alardo o batalla entre moros y cristianos de las Fiestas de Alcoy estrenó ayer itinerario, acortado en 625 metros y "encaros", en lo que supuso la escenificación del formato "de bolsillo", con el fin de adaptarlo a las restricciones de pólvora vigentes, que limitan el explosivo a un kilo de pólvora por festero. El disparo se redujo en unos 45 minutos, pero en el tiempo que duró, la intensidad fue la de siempre: estruendoso para festeros y público y perceptible desde buena parte de estas comarcas.

Tras años de gestiones y de sortear la normativa vigente, la Asociación decidió recortar el Alardo, una medida que se aplicó ayer por primera vez. De esta forma, el recorrido bélico se redujo, bajándose el "encaro" de capitanes a la Font Redona y el de los alféreces, unos metros más abajo del Parterre. "Son unos 625 metros menos de recorrido en total", explicaron fuentes de la Asociación. Los "encaros" se desarrollaron ante numeroso público, tanto los de los capitanes como los de los alféreces, y tuvieron las habituales características fraternales, con brindis incluido entre los líderes moros y cristianos.

Además, se estrenaron calles en el itinerario, ya que el séquito de los capitanes tomó El Camí y bajó por San Mateo para seguir por la plaza de la Cruz Roja y retomar San Nicolás; por su parte, el de los alféreces entró por Roger de Llúria y Bartolomé J. Gallardo, para desembocar en la avenida País Valencià. Todo ello provocó curiosidad entre el público, aunque en estas zonas era bastante reducido. La mayor parte de los espectadores se concentran en la plaza de España, que es donde la lucha adquiere mayor virulencia y espectacularidad, tanto la de pólvora como la de armas blancas.

Los 2.238 kilos de pólvora -muy lejos quedan los 4.500 kilos de los años ochenta- adquiridos para este año dieron de sí y durante su desarrollo, el estruendo fue el de costumbre. "Pienso que ha sido como siempre", comentaba el ponente de Fiestas, Jordi Verdú, visiblemente satisfecho del resultado de la batalla. La realidad es que los espectadores se tapaban los oídos como siempre y la proximidad del "cop" resultaba atronadora.

El Alardo de la Mañana concluyó sin incidente alguno, más allá de las atenciones habituales por quemaduras por salpicaduras de pólvora, y el de la Tarde, que empezaba con un cielo muy nublado, acababa desarrollándose bajo un ambiente soleado. Como de costumbre, los Moros se hicieron con la fortaleza al mediodía y la perdieron por la tarde.

La Guardia Civil no acudió a controlar el acto por primera vez en varios años, en tanto los efectivos de Cruz Roja, que actuaron con tres ambulancias, tuvieron que atender a treinta festeros por quemaduras leves en manos y cara, y ojos en algún caso.